¿Has oído hablar de las olas bioluminiscentes? Los surfistas más trasnochadores de California se han encontrado estos días con un mar muy interesante que, en plena pandemia, ha atraído a multitudes hasta la playa. Este fenómeno que hace brillante el agua cuando se impone la oscuridad se conoce también como 'lágrimas azules', y la causa de su aspecto marciano es natural.
Por el día, el fitoplancton dinoflagelado provoca las llamadas mareas rojas, con un tono entre granate y marrón que invita poco a bañarse. Por la noche, estas plantas producen un azul fluorescente a través de reacciones químicas al ser 'agitadas' por las olas. Se especula que lo hace para protegerse contra depredadores, aunque en el caso de los insectos y animales bioluminiscentes (sí, también los hay que brillan en la oscuridad), también se da esta característica para el apaleamiento.
En Maldivas, California o Puerto Rico, entre otros, son relativamente frecuentes. Y no, no son tóxicos. De hecho, estos días San Diego se ha llenado de gente practicando surf y paddle sur aparcando el confinamiento durante la noche para disfrutar de las olas.
Una característica fundamental para que el fitoplancton neón sobreviva son las altas temperaturas. En cuanto a si prefiere el agua dulce o salada, le da igual. Lo mismo se da en bahías y playas abiertas que en lagunas o entre manglares.
En general, la presencia de fitoplancton es positiva, puesto que constituye la base de las cadenas alimentarias marinas. No obstante, en exceso, pueden agotar el oxígeno del agua y pueden provocar la anoxia en los peces –asfixia por falta de oxígeno–, como está ocurriendo en las últimas décadas en el Mar Arábigo o, sin ir más lejos, en el Mar Menor (Murcia). Su abundancia se en ambos se ha detectado por el cambio de tonalidad de las aguas, más verdes que de costumbre.