Recientemente, unas imágenes de una pareja de jabalíes campando a sus anchas por Las Tablas (norte de Madrid) llamaron la atención de los medios y gobiernos regionales. No fueron tan alarmantes para los vecinos de las zonas ya acostumbradas a verlos pasear por los alrededores de sus casas, que llevan tiempo demandando medidas para evitar que destrocen los jardines y se crucen por delante de los coches, que a veces no se ven con tiempo suficiente para reaccionar.
Se trata de un problema que viene de lejos. En 2017 ya se publicaba que una plaga de jabalíes amenazaba varios municipios de la capital como Torrelodones o Aranjuez, "la mitad de ellos con tuberculosis", tituló 'El Confidencial'.
También en Barcelona se autorizó en 2011 la caza de este animal con arcos y flechas para frenar su expansión. Se decía entonces que su población era de unos 12,7 ejemplares por cada 100 hectáreas. Más adelante, en 2016, el Plan de Acción de Jabalíes encaminó la solución por otra vía: la instalación de papeleras y contenedores cerrados y sustituyendo el césped por otro menos 'sabroso' para ellos.
Y no es la única medida controvertida en Cataluña. En Girona la Generalitat anunció que pagaría 50 euros a los cazadores por cada jabalí abatido para evitar que se extendiera la peste porcina africana, a lo que el colectivo respondió que se trataba en realidad de una propuesta "presionada por ganaderos y agricultores para que les saquemos las castañas del fuego", publicó el pasado marzo el medio 'Club de Caza'.
En la vecina Portugal también han supuesto desde hace tiempo un embolado a tratar. Además de acechar sus calles pasada la 'hora bruja', los jabalíes se atrevieron hace algunos veranos a darse un chapuzón en la playa de los Galápagos. Las imágenes se hicieron virales.
Hoy en día, las cifras son como para tomar medidas. Al año, se producen alrededor de 14.000 accidentes de tráfico por animales, en la mayoría de los casos porque los jabalíes se cruzan en la calzada. Sólo en Cantabria, provocaron más de 500 accidentes en 2019. Por este motivo, esta comunidad y el País Vasco están empezando a servirse de las secreciones de la mayor amenaza para este mamífero para ahuyentarlo. Se trata de orín de lobo, aunque esto sólo los aleja a otras zonas.
Y este no es el único ingenio que se está llevando a cabo para evitar la caza de este animal en zonas urbanas. La propuesta de esterilizarlos para que dejen de reproducirse de organizaciones como ProDesert (en Benicàssim, donde también se multiplican) y Ecologistas en Acción, y que ya prueba en su laboratorio la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), no convence a todos por su elevado coste.
Otras medidas que ofrecen los contrarios a matar al jabalí son el uso de feromonas o ultrasonidos para ahuyentarlos, y la introducción de lobos, osos y águilas. "Estos hechos deberían tomarse con cierta normalidad para aprender a convivir con las especies salvajes, como ocurre con los osos en algunas zonas del Norte de América", le dijo el representante de Ecologistas en Acción, Miguel Ángel Hernández, a 'Madridiario' la semana pasada.
Hasta el momento, no obstante, las autoridades locales están optando, además del olor al orín de lobo -que embotellan y colocan en zonas que frecuentan-, por las trampas con jaulas y el uso de dardos somníferos. De esta manera, atrapan al jabalí y lo transportan a su hábitat o a centros de acogida de animales, como ya aplica la Unidad de Medio Ambiente de la Policía Municipal en la Comunidad de Madrid.
Una opción polémica que se ha comentado desde la Xunta de Galicia en 2019 es fomentar el consumo de su carne aprobando un decreto para facilitar su comercialización.
Lo último que se intenta promover para dar solución a los accidentes en carretera por jabalíes es una aplicación para el móvil. Por ahora, MammalNet es sólo un proyecto piloto del investigador Joaquín Vicente, que ha encontrado apoyo en la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y el Instituto de Investigación en recursos Cinegéticos.
Si la cosa va para adelante, las personas que se topen en el futuro con un jabalí podrán comunicarlo para que sean rápidamente localizados y se retiren antes de poder provocar accidentes.
El hecho de que los jabalíes se acerquen cada vez más a las áreas urbanas no es casual. La urbanización de lo que antes era campo ha reducido su hábitat y las praderas donde revolcarse y buscar alimento y agua. De esta manera, los cubos de basura y los cultivos de los agricultores se convierten en su única esperanza. A lo largo de los años, han perdido el miedo a la gente, a lo urbano.