Las grullas son aves tradicionales cuya migración depende de la meteorología. En primavera y verano crían en el norte de Europa y, en el otoño y el invierno, eligen África y la Península Ibérica. "Grullas en el cielo, carbón en el brasero", dice el refranero español. Pero su paso por nuestro país está variando: cada vez nos visitan por menos tiempo.
Cada año, entre octubre y noviembre, cuando el frío llega para instalarse de manera definitiva, las grullas convierten la Laguna de Gallocanta (Aragón) en un espectáculo con su migración en masa. Por ello, los investigadores de Instituto Geológico y Minero, el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y la Universidad de Navarra, cuyas conclusiones se han publicado en 'Avian Conservation and Ecology', han elegido este enclave para analizar su migración.
Tras 50 años de estudio, la conclusión es que, para las grullas, nuestro clima ya no es lo que era. Abandonan la laguna más de dos semanas antes de lo que solían hacerlo cuando empezó la observación, lo cual quiere decir que pasan aproximadamente un día menos cada tres años en la Península.
"Este adelanto coincide con el progresivo aumento de la temperatura y la reducción de las zonas encharcadas que las grullas utilizan para pernoctar a salvo de depredadores", apunta en la nota de prensa el investigador del MNCN y autor del estudio Luis M. Bautista. Con menos arroyos y canales, el agua dulce que beben y que les sirve de escudo escasea.
Las previsiones para el futuro siguen la misma línea. Se prevé que la desertificación en el sur de Europa vaya a más, acabando con el hábitat de invernada de estas y otras aves, y alterando en cadena ecosistemas completos.