El calamar vampiro es uno de los seres vivos que más ha desconcertado siempre a la ciencia. A pesar de los estudios que se han publicado sobre el animal, todavía hay muchos cabos sueltos sobre su anatomía y sus hábitos. El descubrimiento reciente de un fósil en Hungría, dicen los científicos, acaba de responder unas cuentas incógnitas. Esto es lo que ha permitido averiguar.
El calamar vampiro (Vampyroteuthis infernalis) es uno de los cefalópodos más curiosos del océano. Habita toda su vida en las aguas profundas, entre 400 metros y un kilómetro bajo la superficie, donde no llega la luz del sol y apenas hay oxígeno, y tiene una esperanza de vida bastante larga para su especie. Además, aunque nunca se ha visto reproducirse a dos ejemplares, se sabe que experimentan más de un ciclo reproductivo a lo largo de su vida, a diferencia de la mayoría de calamares.
Hoy en día, el calamar vampiro habita en las aguas profundas de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico y es descendiente del calamar que vivió en el Cretácico, hace entre 90 y 150 millones de años. Los científicos no saben a ciencia cierta ni cómo ni cuándo pasó a tener las habilidades que le permiten adaptarse a las profundidades marinas.
El nuevo análisis de la evidencia fósil encontrada den Hungría, publicado en la revista científica Nature Communications BiologyNatureCommunications Biology, ayuda a llenar un vacío de 120 millones de años en la evolución del calamar vampiro. "Documentamos un primer registro de un calamar vampiro post-mesozoico del Oligoceno", enuncia el estudio, vinculando los vampiromórfidos del Cretácico Inferior a los que persisten actualmente en las profundidades del océano.
Estos calamares probablemente desarrollaron adaptaciones al agua con poco oxígeno durante el Jurásico, dijo el coautor del estudio Martin Košťák, paleontólogo de la Universidad Charles de Praga. "La vida en niveles estables de oxígeno bajo trae ventajas evolutivas: baja presión de depredación y menos competencia", le ha dicho este investigador a 'Live Science'.
Inicialmente, el fósil del calamar vampiro que ha permitido atar cabos sobre su evolución fue catalogado como Necroteuthis hungarica. Lo descubrió en 1942 el paleontólogo húngaro Miklós Kretzoi. Años después, investigadores lo definieron como un antepasado de la sepia, y durante el 1956, con la Revolución Húngara, se pensó que el fósil habría desaparecido en un incendio. Una odisea que permite llegar hasta hoy.
Martin Košťák y el resto de paleontólogos se llevaron una grata sorpresa al analizar nuevamente el fósil recientemente. “Los sedimentos que rodean al fósil no mostraron rastros de microfósiles que se encuentran a menudo en el fondo marino, lo que sugiere que el calamar no vivía en aguas poco profundas. Los investigadores también analizaron los niveles de variaciones de carbono en el sedimento y encontraron que el sedimento probablemente provenía de un ambiente anóxico o con poco oxígeno”, cuenta ‘Live Science’.
Estas características, concluyeron los investigadores, solo podrían corresponder a una especie que habitase en aguas muy profundas del océano.