En el norte de África se encuentra el desierto más grande y cálido del mundo. El inmenso Sahara aparece en las imágenes de los satélites espaciales como una mancha marrón sin fin, con el color de la arena que ocupa buena parte de su extensión. En la selva tropical amazónica el paisaje no tiene nada que ver, verde y lleno de vida, con más diversidad que ningún otro lugar en la Tierra. ¿Cómo llega la arena de África hasta el pulmón del planeta y qué efecto causa?
Cada cierto tiempo, una nube bronceada de partículas de polvo procedentes del desierto del Sahara cruzan el Atlántico hasta alcanzar la región del Caribe y la selva amazónica de Sudamérica. Esta nube procedente de una región conocida como depresión de Bodélé en Chad desembarca en el bosque tropical tras el largo viaje transoceánico y se deposita en la vegetación.
En su viaje por la atmósfera, la masa de arena transporta fósforo y otros nutrientes que son esenciales para las proteínas y el crecimiento de las plantas, actuando como fertilizantes naturales.
“Las hojas caídas y en descomposición y la materia orgánica proporcionan la mayoría de los nutrientes, que las plantas y los árboles absorben rápidamente después de entrar en el suelo”, explica una publicación de la NASA. “Pero algunos nutrientes, incluido el fósforo, son arrastrados por las lluvias a los arroyos y ríos, drenándose de la cuenca del Amazonas como una bañera que gotea lentamente”.
Se estima que un promedio de 182 millones de toneladas de polvo son transportadas más allá del borde occidental del Sahara, cruzando el océano Atlántico hacia América. De este total, una media de 132 millones de toneladas llegan en el aire cerca de la costa este de América del Sur y 27,7 millones de toneladas, suficientes para llenar 104.908 camiones, caen a la superficie sobre la cuenca del Amazonas. Alrededor de 43 millones de toneladas de polvo viajan más lejos para asentarse sobre el Mar Caribe.
Del polvo que cae en la selva amazónica, unas 22.000 toneladas corresponden al fósforo, según comprobó un importante estudio publicado por la revista Geophysical Research Letters de la de la Unión Geofísica Americana en 2015.
Se ha sugerido que la productividad a largo plazo de la selva amazónica depende en gran medida de la deposición atmosférica de polvo que puede provenir de un ecosistema distante como el desierto del Sahara, concluía esta investigación.