Las playas del este de Brasil, con 25ºC y en pleno abril, estarían llenas de gente si no fuera por el confinamiento. Y al otro lado del océano, por las carreteras de los parques nacionales de Sudáfrica, rodarían jeeps de safari si no estuvieran cerrados. Puede sonar trágico, pero lo cierto es que esto está siendo lo más positivo que les ha pasado a los animales en estas zonas en mucho tiempo.
Las siete especies de tortugas marinas que se conocen en el mundo están en peligro de extinción. La reproducción no prospera y, cuando lo hace, son las crías las que no consiguen salir adelante en la mayoría de los casos. Plásticos, arena pisoteada, depredadores, hábitats cada vez más calientes, tráfico ilegal… La lista de contras para este animal es larga.
Pero con la mayoría de los humanos en sus casos, las tortugas tienen toda la playa para ellas. Nadie rompe sus huevos, nadie las coge en cuanto ponen una pata fuera del agua, y no hay pescadores ni barcos. Todo fluye. Hace una semana cien crías de la especie carey se paseaban por la playa de Janga, en Brasil, y en Florida se están observando más nidos en zonas como la de Juno Beach que otros años. En Tailandia, sobre todo en la Bahía de Phang Nga, además de las tortugas se están avistando pequeños tiburones y manatíes.
En España, la cuarentena podrá ayudar a consolidar las costas del Mediterráneo como una zona estable de anidación para la tortuga boba. En los últimos años los científicos han aprendido mucho sobre la especie y han hecho mucho por su conservación. El pasado diciembre, sin ir más lejos, se planteó la idea de avisar mediante una app de dónde se estaban registrando nidos para que los bañistas pudieran respetarlos, pero si el confinamiento se alarga y la arena permanece libre de turistas, quizá las cosas sean todavía más fáciles para este animal.
¿Te imaginas encontrarte con una manada de leones tomando el sol tranquilamente en pleno paseo? Si hoy te dieras una vuelta por el Parque Nacional Kruger, en el nordeste de Sudáfrica, eso sería seguramente lo que pasaría.
Desde hace algo más de tres semanas esta reserva ha cerrado sus puertas. Normalmente, los leones descansan en otro parque que no es accesible para los turistas, el Kempiana Contractual Park, mientras que la carretera donde ha sido fotografiada esta manada suele estar llena de jeeps que llegan y parten del campamento Orpen.
Por la noche, lo único que rompe ahora el silencio de la sabana es el rugido de los machos, que se puede escuchar incluso 7 kilómetros de distancia, según ha explicado el propio parque a través de Twitter.