El movimiento tiene rostro de niña. Una líder, Greta Thunberg que ha despertado la conciencia climática de millones de jóvenes en todo el mundo. Los jóvenes salen hoy a las calles a protestar, el día en el que tiene lugar una cumbre histórica en las Naciones Unidas. Ellos esperan que los adultos consideren el cambio climático por lo que es: una amenaza para su supervivencia.
A Juana Villagarcía, de 15 años, le preocupa que toda la naturaleza se destruya; a Joaquín Fernández, de 19, que se extingan los animales; a Manuela Servetto, de 20 , las catástrofes que vienen como sequías y huracanes; y a Francisca, de 14, que se agote el agua y la comida. A otros jóvenes como Pablo Jara y Martin Ettlin, de 25 y 16 años, les preocupa que la humanidad no esté tratando el cambio climático como lo que es: una emergencia. Ni Juana, ni Joaquín, ni Pablo, ni Manuela, ni Martín están solos. Son testimonios recogidos por la propio ONU que marcan el temor al futuro de las nuevas generaciones. Las manifestaciones de hoy lo demuestran.
Miles de estudiantes han salido a las calles de Australia y otros países de Asia-Pacífico para exigir a los líderes mundiales que adopten medidas urgentes para detener una catástrofe ambiental. Para Greta, que esta misma semana se entrevistaba con Obama es una muestra de que su semilla prende fruto.
Hasta el propio Antonio Guterres, secretario general de la ONU ha exigido planeas para el clima, no discursos vacíos. "Hay que hacer comprender a la gente que hay una emergencia climática hoy", ha señalado mientras ha aplaudido que la juventud esté radicalmente comprometida con este tema. Porque, manifestaciones y protestas aparte es mucho lo que nos jugamos para el futuro de nuestros hijos.
David Wallace-Wells, editor adjunto de la revista New York Magazine, ha narrado en un libro, El planeta inhóspito, la vida después del calentamiento lo que nos espera (Editorial Debate). Y da miedo. Su trabajo se ha colocado en el número uno de la lista de The New York Times , lo que indica el interés que despierta el tema en todos los puntos del planeta. Día a día somos testigos de huracanes, incendios, sequías, inundaciones bajo un mismo título: nunca vi nada igual antes. Hollywood, que siempre suele ir un paso por delante de la realidad, ya centra sus grandes producciones en viajes espaciales para habitar otros planetas (Brad Pitt se suma esta semana a ello) y no es ninguna broma. Esto es lo que nos espera si los políticos no aparcan los discursos y empiezan a tomar medidas concretar para impedir que la Tierra se convierta en un lugar inhabitable. Porque como arranca David Wallace su ensayo es premonitorio: "Es peor, mucho peor, de lo que imaginas".
Las previsiones para este otoño han dejado claro que será caliente, aunque hayamos sufrido la gota fría más impresionante que se recuerda. Hablamos de España, pero los huracanes y las inundaciones copan los telediarios. Los cinco veranos más calurosos en Europa desde el 1500 d.C. han tenido lugar en los diecisiete últimos años. En el 2050, la demanda de aires acondicionados –que hoy suponen el 10 por ciento del consumo global de electricidad– se triplicará o cuadriplicará. En tres décadas, el calor que desprenda el asfalto será tal que la gente se verá obligada a emigrar al campo.
La España vacía es un síntoma. La economía del campo está olvidada y el cambio climático puede darle el golpe definitivo. Por cada grado de temperatura que el planeta aumenta, el rendimiento de los cultivos de cereales disminuye un 10 por ciento. En el 2050, cuando estemos soportando dos grados más, las sequías azotarán el Mediterráneo.
La carne engancha. Y hay elementos físicos además de culturales y sociológicos para que sea complicado que deje de formar parte de nuestra dieta. Pero o rebajamos su consumo, al igual que el de lácteos, o tendremos serios problemas porque la emisión de C02 es enorme y más teniendo en cuenta que los nuevos aficionados a la carne son los chinos y los asiáticos, aunque los americanos continúen a la cabeza como elemento imprescindible en su dieta. Greenpeace estima que el mundo debe reducir
a la mitad su consumo de carne y lácteos antes de 2050.
A finales de siglo, el mar habrá subido, como mínimo, entre 1,2 y 2,4 metros, y el 5 por ciento de la población mundial será víctima de inundaciones anuales, las cuales no sólo provendrán del mar, sino también de los ríos. Las dos plataformas de hielo de la Antártida podrían elevar el mar en sesenta
metros. La última vez que la Tierra tuvo cuatro grados más de temperatura, no había hielo en ninguno de los polos y el nivel del mar era ochenta metros más alto. Había palmeras en el Ártico.
Por cada grado de temperatura que aumente el planeta, los incendios se cuadruplicarán. Y ni siquiera Groenlandia se salvará de los mismos con los efectos que estos tendrán en los polos.
En pocos años, las piedras de granizo serán cuatro veces más grandes. En el 2040, las olas de calor del 2018 nos parecerán normales. Y los huracanes, tifones y tornados serán frecuentes.
Hasta 2.100 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a agua potable segura, y 4.500 millones carecen de la debidamente tratada para el saneamiento. La mitad de la población mundial depende del deshielo estacional de la nieve, pero, por poner un ejemplo, en 2100 el Himalaya habrá perdido el 40
por ciento del hielo. Y las ciudades y la energía necesitarán cada vez más agua. Las guerras por el agua no son una locura en un futuro cercano.
Cuando el CO2 alcanza las 930 partes por millón (el doble de la actual), la capacidad cognitiva de los seres humanos disminuye un 21 por ciento. A finales de siglo, 2.000 millones de personas en todo el mundo respirarán un aire que no cumplirá los mínimos de seguridad de la OMS. Será el «airepocalipsis». Por otra parte, los microplásticos serán un problema mucho mayor que hoy, cuando el marisco europeo ya hace que ingiramos 11.000 partículas por persona al año. Ya sabemos que los humanos consumimos plástico hoy día y eso irá a más.
En el Ártico hay enfermedades encerradas bajo el hielo que no han circulado por el aire en millones de años. El deshielo hará que se liberen; nuestro sistema inmunitario no podrá combatirlas. Además, los mosquitos llevarán enfermedades poco habituales a ciertas regiones. Se globalizarán las pandemias. Por último, muchas enfermedades mutarán, haciendo difícil su erradicación. Ya estamos viendo algunas como el sarampión que repuntan.
Por cada medio grado de calentamiento, la probabilidad de que estalle un conflicto armado aumenta entre un 10 y un 20 por ciento. Se calcula que las temperaturas esperadas en África provoquen 393.000 muertes adicionales en combate ya en 2030.
En 2050, más de 140 millones de personas se convertirán en migrantes climáticos en apenas tres regiones del mundo: 86 millones en el África subsahariana, 40 millones en el sur de Asia y 17 millones en América Latina.