En 2013, el magnate Elon Musk lanzó una idea al mundo: un tren capaz de alcanzar velocidad del sonido, a más de mil kilómetros por hora. Para ello, colocaría los vagones en un túnel metálico donde levitarían en el vacío gracias a potentes imanes. Solo de esta forma se podría eliminar la resistencia aerodinámica y lograr estas velocidades supersónicas.
Hace más de una década que se comenzó a desarrollar el proyecto, tanto en Estados Unidos, como en Europa y Asia. Incluso España estaba llamada a formar parte de él, con un centro en Antequera (Málaga). Sin embargo, la falta de financiación lo hizo descarrilar. Zeleros, una startup valenciana que se propuso tener el hyperloop en 2030, acabó reorientando su negocio al desarrollo de soluciones de movilidad eléctrica.
La empresa estadounidense Virgin Hyperloop One también cesó sus operaciones tras invertir más de 450 millones de dólares en este proyecto. Ellos llegaron a desarrollar un prototipo con humanos que, sin embargo, no superó los 172 kilómetros por hora, según informó CNN.
De entrada, es muy difícil mantener el vacío en tubos que se alargarán centenares de kilómetros. Por no hablar del coste inicial de construcción. Además, las cápsulas deberían estar presurizadas y en condiciones idóneas para los pasajeros.
Otro problema a resolver es la posibilidad de que se produzcan roturas o agujeros a lo largo de la infraestructura. Una pequeña fuga podría comprometer la integridad de los pasajeros y de toda la construcción (pudiendo llegar a implosionar). Además, todos los prototipos presentados de cápsula tienen una capacidad de entre 20 y 40 pasajeros. Esto supone un problema de implementación como transporte de masas.
Además, para aprovechar la infraestructura las cápsulas tendrían que salir cada pocos minutos, lo que plantea algunos retos añadidos: en caso de producirse un 'frenazo' en una de ellas, se debería garantizar la seguridad de las que van después.
Pese a los fracasos cosechados en el pasado, ya hay algunos experimentos que van tomando forma. En noviembre, el proyecto LIMITLESS de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, logró probar un prototipo a escala 1:12, con unos tubos de 40 centímetros de diámetro y una pista de 125,6 metros de largo.
Se realizaron 82 pruebas y se logró alcanzar los 40 kilómetros por hora -lo que equivaldría a 488,2 kilómetros en escala real, todavía lejos de los 1.000 prometidos-, y la prueba más larga recorrió 11,8 kilómetros de distancia -lo que en la vida real equivaldría a la distancia entre Madrid y Cuenca en línea recta-.
Si aumentamos la escala, el Centro Europeo de Hyperloop en Veendam, Países Bajos, cuenta con un túnel de pruebas de 420 metros y de 2 metros y medio de diámetro. En septiembre, una cápsula de Hardt Hyperloop logró desplazarse a 30 kilómetros por hora en esta infraestructura, aunque pretenden ir aumentando gradualmente la velocidad en pruebas futuras.
Sin embargo, todavía quedan muchos obstáculos para poder viajar a la velocidad del sonido. Los retos técnicos, económicos y de seguridad continúan frenando el costoso desarrollo del Hyperloop, y su implementación en el transporte de viajeros parece todavía lejana.
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