Meta, el gigante de Mark Zuckerberg, tiene previsto instalar en Castilla-La Mancha uno de sus principales centros de datos a escala mundial. Sólo hay otros tres parecidos en Europa, en Suecia, Dinamarca e Irlanda. El proyecto ya ha sido aprobado por la Junta de Castilla-La Mancha y tardará varios años en estar a pleno rendimiento. El compromiso de Meta es generar una auténtica ciudad digital junto a Talavera de la Reina, Toledo, que creará 250 puestos de trabajo de alta cualificación y supondrá una inversión directa e indirecta superior a los 1000 millones de euros.
El presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, anunció la aprobación de ese proyecto hace unas semanas y lo consideró una bendición para su comunidad y una noticia de gran importancia para toda España. Sin embargo, no han tardado en surgir las primeras voces contrarias. Grupos e iniciativas ecologistas como “Tu nube seca mi río” han denunciado que la instalación de estas grandes plantas de servidores informáticos necesitan ingentes cantidades de agua para ser refrigeradas y provocan verdaderos desequilibrios medioambientales en zonas amenazadas por la sequía. Argumentan que las grandes tecnológicas siempre actúan igual: buscan un lugar necesitado de empleo y planes de futuro y desarrollan allí su iniciativa, de una gran voracidad ambiental, convencidos de que la necesidad de trabajo e inversiones ahogará cualquier protesta.
Los números sin embargo atenúan estas denuncias. Actualmente, los embalses de la Cuenca Hidrográfica del Tajo están por encima de la media, gracias a las lluvias del otoño y del invierno. Es cierto que la primavera de 2023 está siendo terriblemente seca, pero se trata de una situación que sus responsables consideran que es coyuntural y que no puede condicionar las inversiones que necesita esta comunidad autónoma. El gobierno de Castilla-La Mancha se ha apresurado a recordar que la cuenca del Tajo envía cada año 335 hectómetros cúbicos al sediento Levante español. Esta cantidad es quinientas cincuenta veces superior a la demanda de agua del proyecto de Meta, que refrigerará las máquinas y abastecerá todo el complejo con 0,6 hectómetros cúbicos anuales.
La necesidad de importantes cantidades de agua es una de las necesidades menos conocidas de los centros de datos. Todo el mundo da por supuesto que requieren un flujo eléctrico constante, pero pocos saben que las máquinas generan con su funcionamiento mucho calor y deben ser enfriadas constantemente. Esa refrigeración es la causa directa del consumo de agua potable. En realidad, los centros de datos son lugares especialmente preparados para que las máquinas -servidores, routers, switchers y toda la orquesta digital que hace posible el funcionamiento de la red- se mantengan a temperaturas inferiores a los 35 grados centígrados.
El objetivo es refrescar y guardar la nube, donde están alojados metafóricamente nuestros datos, fotos, videos, juegos online, operaciones bancarias, plataformas de televisión y video, emisiones en streaming. Todo. “Somos un hotel para máquinas”, nos dice Raquel Figueruelo, responsable de Digital Realty, la empresa que tiene en Madrid varios centros de datos por los que pasa el 65% del tráfico de internet de la península ibérica. Tanto ella como Beatriz Larraz, directora de la cátedra del Tajo de la UCLM-Fundación Soliss, apelan a la responsabilidad de las tecnológicas en su búsqueda constante de la eficiencia, la piedra filosofal de la nueva era digital. La eficiencia para acercarse cada vez más a la fórmula mágica: crear la misma energía que se consume. Este es el nudo gordiano de este nuevo capítulo de ‘A ver si me he enterado’, el videopodcast conducido en Nius por Miguel Ángel Oliver, dedicado hoy a los guardianes de la nube.