Tras casi un mes del comienzo del otoño, la bajada de temperaturas y la aparición de la lluvia empiezan a notarse por toda España. Es el caso de Barcelona, que más allá de las precipitaciones ya está asentado en esta estación al sentir el olor de las castañas por las calles de la capital catalana.
Un aroma típico en octubre, en el que la ciudad catalana se llena de paradas con uno de los productos más populares en otoño, incrementando el número de licencias para vender castañas en la vía pública.
Este fervor por el alimento principal de la fiesta de Todos los Santos, junto con los 'panellets' y los boniatos, ha batido un récord de castañeras en Barcelona, con 58 paradas por primera vez desde el inicio de siglo XXI.
Un número que en cuestión de un año ha incrementado hasta en 12 puestos callejeros, según los datos del Ayuntamiento de Barcelona, que concede las licencias para la venta de castañas y boniatos desde octubre hasta marzo.
Desde el 2000, estos puestos han tenido una tendencia a la baja, con picos de 41 paradas a principios de siglo y 2009, mientras que el mínimo histórico se produjo en 2017 con 25 licencias.
Así, a las puertas de la pandemia, el número de puestos callejeros volvió a repuntar hasta llegar a 36, aunque una vez acabado el confinamiento por el coronavirus llegó a su máximo histórico, con 46 licencias en 2021 y 43 en 2022.
Una dinámica positiva que este año ha roto todas las barreras en cuestión de dos semanas. De hecho, 40 de las 43 paradas repiten en el mismo punto del mapa donde se encontraban, mientras que 18 vendedores se estrenan.
De este modo, la tradición castañera vuelve a revivir en las calles de la capital catalana, que ya se preparan para el próximo 1 de noviembre con el día de Todos los Santos, momento para disfrutar de estos frutos bien calientes y envueltos en cucuruchos, a la vez de su aroma singular que desprende cuando se tuestan.
"Los historiadores creen que la castaña deriva de antiguas comidas funerarias, en las que no se servían más alimentos que legumbres y fruta seca, además de los populares 'panellets'. El acto tenía una parte simbólica de comunión con el alma de los muertos: mientras se tostaban las castañas se rezaba el rosario en recuerdo de los familiares difuntos", explica el Ayuntamiento de Barcelona.
En el pasado era un ingrediente muy presente en la cocina catalana y antes de la llegada de nuevos productos provenientes de América, la castaña solía sustituir a la patata en muchos platos, como cremas o acompañamientos de la carne.