Álvaro apenas se movió unos cientos de metros desde la Estación de Santa Justa a las vías donde murió. Sin embargo, la policía rastreó más de un centenar de cámaras de seguridad que grababan en los alrededores de la estación aquel día, tanto de instituciones públicas como de negocios particulares. Varios cientos de horas que fueron llegando a comisaría para su análisis.
"No es llegar y las veo", aseguran desde el sindicato policial JUPOL. Cada imagen que analizan tiene que cumplir un estricto protocolo para que más tarde pueden ser utilizadas judicialmente si es necesario. Sin descanso, los agentes fueron visualizando todos los vídeos, pero los que grabó la cámara de la gasolinera no llegaron hasta el domingo por la noche.
La pregunta es por qué una de las cámaras más relevantes de la investigación fue una de las últimas en llegar. La Policía Nacional de Sevilla había acudido ya el primer día a la gasolinera para solicitar de esas imágenes, "pero el dueño no estaba cuando fueron a pedirlas", aseguran desde JUPOL.
Los agentes tuvieron que esperar a que llegara el propietario de la estación de servicio y eso les hizo perder un tiempo valioso para la investigación. Cuando por fin contactaron con el dueño, un segundo problema retrasó la entrega. Según fuentes policiales, el propietario no tenía las imágenes. La videovigilancia la realiza una empresa privada externa y es allí donde se almacenan los archivos de vídeo.
El propietario tuvo que pedir las grabaciones a la empresa de seguridad y finalmente llegaron a manos de la Policía Nacional el domingo por la noche. En ese momento, los agentes aún no habían terminado de visionar todas las grabacinoes que ya tenían de otras cámaras. La solución del caso siempre estuvo ahí, solicitada por la investigación, pero tardó demasiado en llegar.