Mari Paz no ha tenido una vida fácil. A una infancia marcada por la precariedad hay que sumarle una serie de abusos que sufrió a manos de sus padres. A los nueve años nuestra invitada fue acogida en un convento de monjas que la criaron a ella y a sus hermanos.
Mari Paz sufrió palizas y abusos físicos y mentales: "Mis padres nos dejaban a mis hermanas y a mí encerradas después de darnos palizas, hasta que unas monjas se hicieron cargo de nosotros". Fue allí, en aquel convento, cuando Mari Paz conoció por primera vez el amor, en este caso el amor a Dios: "Yo allí me sentía en familia, me gustaba ayudar a los más desfavorecidos y a los 30 años sentí la llamada de Dios".
Mari Paz, pese a que su gran sueño siempre había sido ser madre de muchos hijos, se convirtió en monja y su vida, durante 33 años, se centró en los votos de castidad, pobreza y obediencia. Sin embargo, con el paso de los años, Mari Paz se dio cuenta de que algo faltaba en su vida: "Me sentía vacía, las hermanas somos personas humanas, yo quería conocer el amor humano, necesitaba saber cómo era sentir eso".