Charles Darwin fue un naturalista británico y un influyente científico que vivió en el siglo XIX. Su famosa obra ‘El origen de las especies’ introdujo la teoría de la evolución biológica a través de la selección natural. La imagen de Darwin grabada en la mente de la mayoría de las personas es la de un anciano con una larga barba blanca, pero antes de eso fue un joven que no temía llevarse a la boca alimentos fuera de lo común. Sus diarios y libros como 'Correspondencia de Charles Darwin', editado por su hijo Francis, sirven para descubrir las exóticas carnes que degustó y cuál consideró que era la mejor del mundo.
Durante su etapa en el Christ’s College de la Universidad de Cambridge, entre 1828 y 1831, Charles Darwin tenía un grupo de amigos que se reunía para cenar una vez por semana y que se hacía llamar The Glutton Club (El Club de los Glotones). Su objetivo inicial era burlarse de otro grupo de estudiantes que formaban parte de un club denominado Látreis tis karamélas (en griego, Los amantes de las golosinas). Entre apuestas y retos, Darwin y sus compañeros empezaron a probar “bestias antes desconocidas para el paladar humano”. Se atrevieron a cenar carnes de aves como el halcón, el avetoro y el búho pardo, que no fue del gusto de los comensales. “Tenía un sabor indescriptible”, indicó Darwin sobre esta última.
El naturalista se marchó a finales de 1831 con el capitán Robert FitzRoy a bordo del HMS Beagle, un buque que zarpó en una expedición para explorar y cartografiar las costas de América del Sur. El viaje estaba pensado para durar dos años, pero se extendió hasta los cinco, un tiempo durante el cual Darwin pudo comer carnes a las que no tenía acceso en Europa.
El joven Darwin, que tenía 22 años cuando inició su travesía, visitó América del Sur, Tahití, Australia, Nueva Zelanda, África y distintas islas de los océanos Atlántico y Pacífico. Durante su periplo por el continente americano conoció y devoró multitud de especies. La carne que le gustó más que todas las otras fue la de “un roedor grande de color chocolate”, que podría ser la de un agutí. Sin embargo, indicó que el animal pesaba unos nueve kilos, por lo que probablemente sería un capibara: “La mejor carne que he probado nunca”.
Charles Darwin dejó registros de las distintas especies que comió en sus viajes por el mundo. Pudo recorrer a caballo la Patagonia junto a gauchos, que le hacían de guías, y, además de roedores, cazó ñandús y ciervos. En América del Sur degustó carne de armadillo, que cocinó al fuego sin su caparazón dorsal y cuyo sabor comparó con el de un pato. También pudo comer carne de puma, que describió como “uno de los platos favoritos” de la región, y logró abatir un guanaco en otro de sus viajes explorando las partes más australes del continente americano.
El científico expuso en ‘Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo’ que los miembros de su expedición solían alimentarse con carne de tortuga durante su tiempo en las Islas Galápagos: “Mientras permanecimos en esta región superior no comimos otra cosa que carne de tortuga; el asado con su caparazón, como la carne con cuero de los gauchos, resultaba un bocado sabrosísimo, y las tortugas jóvenes nos servían para hacer una excelente sopa”.
En otro pasaje contó que los isleños calmaban su sed bebiendo el contenido de las vejigas de estos reptiles: “En una tortuga que vi matar, el líquido era enteramente límpido y solo tenía un ligero amargor. Sin embargo, los habitantes beben siempre primero el agua del pericardio, que se asegura ser la mejor”.
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