Cuando vamos a comprar atún en conserva podemos encontrar productos de diferentes marcas que son aparentemente iguales (mismo tamaño, mismo tipo de aceite, etc.), pero que tienen precios muy distintos. Quizá pensemos que se debe tan solo a la marca comercial, pero es muy probable que esas diferencias de precio obedezcan a otros motivos mucho más justificados.
Algunos pueden resultar evidentes, como el formato del envase o el tipo de aceite, pero hay otros que suelen pasar desapercibidos. Entre ellos se encuentra el tipo de pescado, algo en lo que paradójicamente no solemos fijarnos, a pesar de ser lo más importante, dado que determina, tanto las características del producto, como el precio.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que la especie de pescado debe indicarse en la etiqueta. Además, no está permitido mezclar diferentes especies en la misma lata.
Hay casos en los que es fácil distinguir la especie, sobre todo cuando hablamos de bonito del norte o de atún claro. Pero no siempre es así.
La legislación recoge las especies de pescado que pueden comercializarse en este tipo de conservas. Las más comunes son las siguientes:
Por otra parte, aunque es menos común, también podemos encontrar otras especies, que, a diferencia de las anteriores, no se engloban dentro del grupo de los atunes, sino de los bonitos. Por ejemplo, bonito atlántico (Sarda sarda) o melva (Auxis thazard). Cada vez se ven más en los comercios porque suelen tener un precio más bajo que el bonito del norte (atún blanco) y que el atún claro, debido también a que sus características de sabor, textura, etc. son, por lo general, menos apreciadas.
Se llama líquido de gobierno al que acompaña al pescado en la conserva. Las opciones más habituales cuando se trata de atún son las siguientes:
Como podemos imaginar, el tipo de líquido de gobierno influye significativamente sobre el precio. Generalmente el más caro es el aceite y, dentro de los aceites, el de oliva virgen extra.
Por lo general, el atún se vende en lata, pero también podemos encontrarlo en tarros de vidrio. Este último formato suele ser más caro, no tanto por el coste del envase, sino sobre todo porque esta presentación se reserva normalmente para los productos de mayor valor comercial.
Normalmente los envases de tamaño grande son, en proporción, más baratos que los de pequeño tamaño, sobre todo porque los costes de producción son menores. En cualquier caso, para poder hacer comparaciones conviene fijarse en el precio por cada 100 gramos de producto, que debe indicarse obligatoriamente en el comercio, junto al precio de venta.
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