"No ayudas nada en casa”, “tienes tu habitación como una leonera”, “deja de jugar a la consola y pon la mesa”... Seguro que has escuchado o pronunciado este tipo de frases. Y es que es bastante común que los padres se quejen de que sus hijos no colaboran en casa. Se suele echar la culpa de este comportamiento a la rebeldía propia de la infancia y la adolescencia, pero deberíamos hacer autocrítica y preguntarnos si nos hemos preocupado debidamente en enseñarles. Porque que nadie se engañe, las regañinas y los castigos valen poco en este tema... Y es cuestión de emplear mucho tiempo, esfuerzo y paciencia en inculcarles unos hábitos que regirán su vida. Te damos algunos consejos para conseguirlo.
Para que tu hijo de 15 años recoja su habitación diariamente sin discusiones debe estar acostumbrado a hacerlo como algo habitual desde muy niño. Por eso es básico empezar a enseñarles desde pequeñitos tareas adecuadas a su edad. Si tiene menos de 3 años, puedes comenzar por que recojan sus juguetes o sus libros. Plantéalo en forma de juego.
Nadie nace sabiendo ni tampoco se aprende a la primera, por ello tienes que emplear el tiempo necesario en instruir a tu hijo. Lo ideal es que te vea hacerlo y que luego te ayude para que, posteriormente, pruebe solo bajo tu supervisión. Así, debes guiarle en cometidos como hacer la cama, fregar los cacharros o doblar la ropa. Lo normal es que los primeros días lo haga mal o tarde mucho (a veces demasiado para tus nervios), pero poco poco ya verás como mejora...
No puedes pretender que tu hijo haga las labores al momento si tú “dejas para mañana lo que puedes hacer hoy”. Así, dejar los platos sucios en el fregadero para el día el siguiente o tener ropa tirada por tu habitación no son buenos ejemplos, ya que los niños imitan nuestras conductas. Es fundamental que vean que esas tareas no son algo que les imponemos a ellos sino que las hacemos todos, se trata de colaborar. En este caso, sobre todo cuando son pequeños, viene bien escribir en una tabla el cometido que tiene cada uno. De esta manera, poco a poco, irá interiorizando las rutinas, y no tendrás que estar repitiéndole lo próximo que hay que hacer.
Más que el resultado en sí, siempre hay que valorar el esfuerzo del niño. Elogiar sus avances, por pequeños que sean, supondrá un aliciente enorme para que continúe superándose. La motivación es la base de todo.
Ármate de paciencia porque es posible que el niño emplee una hora en una labor en la que tú tardas un minuto, que, además, lo haga mal y que, incluso, haya daños colaterales como vasos rotos o agua derramada... Si esto ocurre, no le reproches nada, recoge los desperfectos y dile que esto le puede pasar a cualquiera. Todo ello le hará ganar autonomía y madurez.
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