La riada en Valencia ha dejado testimonios desgarradores de personas que lo han perdido todo. Las intensas lluvias inundaron parte del sureste de la península, afectando especialmente a primeros pisos y pequeños negocios que han tenido que desechar todas sus pertenencias y enfrentarse a la destrucción de sus locales. En localidades como Paiporta, las calles siguen cubiertas de escombros y lodo, mientras los voluntarios continúan brindando una ayuda esencial en zonas que carecen incluso de recursos básicos como agua y comida. En 'Vamos a ver' hemos entrevistado a Manuel Blanco, bombero de Sevilla, que acaba de regresar de Cata-Roja, otro pueblo afectado, para compartir su experiencia.
Manuel ha mostrado su ropa más limpia: un uniforme manchado de barro y unas zapatillas cubiertas de lodo solidificado que ilustran la gravedad de la tragedia. "Ciertamente, este tipo de situaciones, que son tan catastróficas que te sobrepasan, pueden transmitirse bien a través de los medios de comunicación, pero hay sentidos que no se pueden captar", ha explicado, señalando que cuando vas allí, el olor del lodo, de la materia orgánica en descomposición en supermercados, de los animales, del combustible y del aceite, te muestran cosas que ninguna noticia te puede mostrar. "Esto cierra el círculo y te sumerge en lo que es realmente la catástrofe", ha añadido.
El bombero ha sostenido que nunca ha visto nada parecido y que lo que de verdad le sorprende es la cantidad de personas afectadas: "Lo que lo hace diferente es la extensión, es como si hubiera pasado literalmente un tsunami que ha arrastrado todo, infraestructuras, material y muchas vidas humanas. Eso lo diferencia, la dimensión". "Algo así requiere ayuda, eso es lo importante en ese momento", ha añadido haciendo hincapié en esa falta de gestión, de apoyo de las administraciones públicas y de medios. "Hay muchos sótanos que siguen inundados y hay que descartar que sigan allí fallecidos", ha concluido.