Tirso tiene que operarse de manera inminente y su familia consigue convencerle para que finalmente vaya al hospital. Cuando llega, se encuentra con un compañero de habitación más que conocido: Ezequiel. El dúo de Entrevías no se imagina la noche tan surrealista que les espera durante su ingreso.
Aunque le indicaron que debía operarse de manera urgente tras localizarle una masa en el cerebro, Tirso Abantos se negó rotundamente a ingresar en el hospital sin resolver, los que considera, sus planes pendientes.
Tras un intento de suicidio cuando todos en Entrevías pensaban que era el asesino, Tirso regresa a casa, donde se encuentra a su familia. Aunque les había ocultado su enfermedad, en uno de los registros a su casa todos descubren que Tirso está enfermo y que debe ser operado de urgencia.
Aunque Gladys, Jimena y Santi tratan de convencerle, Tirso no accede a ingresar en el hospital hasta que hay un operativo en marcha para detener a Romero. Y es que si hay una cosa que Tirso tiene clara es que no se va a ir de Entrevías ni del mundo sin acabar con el asesino de su nieta Irene.
Cuando finalmente llega al hospital, Tirso se encuentra con un compañero de habitación más que conocido: Ezequiel. El policía parece tener la noche parlanchina y risueña, pero Tirso, que no estaba dispuesto a escuchar a Eze toda la noche, decide darle un somnífero para poder dormir tranquilo… O eso pensaba él.
Con los ronquidos de Ezequiel, Tirso se ve incapaz de pegar ojo. Pero los sonidos de su compañero de habitación no son lo único que le impide dormir…
Romero aparece en el hospital, dispuesto a acabar con Ezequiel... Tirso consigue frenarle y ambos protagonizan un nuevo duelo, del que Romero consigue escapar…
Cuando el excomisario abandona el hospital, Tirso y Ezequiel se dan el alta voluntaria de inmediato, y es que no están dispuestos a que el asesino de Entrevías ande suelto mientras ellos están postrados en una cama.