“Ya está bien”, decía Kiko Hernández y cruzaba el plató de ’Sálvame’ para coger el pulpillo, subirse y contarnos quién podría ser el topo de la familia Campos. Y es que las hijas de la presentadora llevan 48 horas preguntándose cómo han podido filtrarse ciertos datos de la salud de su madre que la revista ‘Lecturas’ ha llevado a su portada.
El colaborador afirmaba que efectivamente existe un “topo” en la familia y que esta persona habría grabado “más de mil horas de conversaciones” tanto a Terelu Campos como a Carmen Borrego, María Teresa Campos o su nieta, Alejandra Rubio.
“¿Pensabais tapar toda la vida esto?”, preguntaba Kiko Hernández y Carmen negaba porque decía desconocer la información que tiene su compañero. “¿Sabes las barbaridades que te han grabado, Carmen?”, insistía el colaborador, que dice haberlas escuchado; “yo no porque me he enterado hoy de lo que has contado tú”, respondía Carmen. Es más, según el colaborador del programa, las grabaciones son “fruto de muchas risas” entre personas que “comen o toman copitas con misterio”.
“La persona que ha estado grabando a la familia Campos durante mucho, mucho tiempo es Gustavo, el chófer”, anunciaba Kiko Hernández en alusión a la persona de confianza de María Teresa, tanto que le considera como un hijo.
La colaboradora desconocía esta información, decía que no tiene por qué dudar la información de su compañero pero, de confirmarse, para ella sería “el puñal más grande que se pueda dar a mi madre”. Es más, le parecería terrible porque su madre siempre ha dicho que es el hijo que no ha tenido.
Minutos después, Carmen Borrego se levantaba de su sitio diciendo: "¡Esto es para nota!". La colaboradora mostraba un mensaje a David Valldeperas y preguntaba qué había dicho para merecer lo que le decían. "No puedo más, no puedo ser el pim pam pum de todo el mundo", se quejaba.
“Me siento como una gili***”, expresaba la colaboradora y daba un paso adelante: “Me gustaría que me dijeran por qué soy yo una sinvergüenza”. Al principio, Carmen no quería desvelar la identidad del destinatario pero, finalmente, se descubría que se trataba del propio Gustavo: "¡Cómo no me va a afectar que la persona de confianza de mi casa me insulte…!", decía.