Cada 12 de agosto se celebra el Día Internacional de la Juventud. Y, aunque en esta fecha se recuerda a los y las jóvenes de todo el mundo, Aldeas Infantiles SOS aprovecha esta efeméride para sensibilizar sobre la realidad que viven aquellos que crecen en el sistema de protección al cumplir 18 años.
Cada año, con la llegada de la mayoría de edad, entre 4.000 y 5.000 de estos chicos y chicas se enfrentan a una emancipación prematura y difícil (4.366 jóvenes en 2022, según los últimos datos oficiales).
A los 18 años, la medida de acogimiento cesa automáticamente y con ella lo hace la obligación del Estado de seguir protegiendo al joven. Por eso, desde Aldeas sostienen que "No basta con alimentar, educar y proteger al niño o niña durante su acogimiento, es necesario procurar su desarrollo integral con vistas a su plena integración en la sociedad". Por ello, consideran que "el momento de dejar atrás el acogimiento debe ser contemplado como un paso más en el marco de las políticas de protección a la infancia, en una etapa más tanto para los y las jóvenes que deben emanciparse como para los profesionales de su cuidado".
Muchos de estos jóvenes no tienen redes familiares que les sirvan de apoyo para continuar con sus estudios y su integración laboral también es muy complicada. Esto les sitúa en una clara desventaja con respecto a otros chicos y chicas y contribuye a su distanciamiento del sistema educativo y del mercado laboral, convirtiéndolos en uno de los grupos más vulnerables de la sociedad.
Mario Ramos, director de la Aldea Infantil SOS de San Lorenzo de El Escorial, cuenta lo difícil que es para cualquiera de estos jóvenes emanciparse: "Al final tú ves todo lo que ha crecido, todo lo que ha desarrollado… Pero también ves las limitaciones que tiene a sus 17 años y es algo que nos preocupa mucho. Realmente, nadie en nuestro país, con 18 años sale de su casa para enfrentarse al mundo. Pero estos chicos y chicas, por lo que impone el sistema, sí están llamados a hacerlo".
Por eso, es precisa una modificación del sistema de protección que asuma explícitamente la transición a la vida independiente como una fase más en el ciclo de protección a la infancia y que prorrogue los apoyos necesarios para la plena integración sociolaboral de estos chicos y chicas.
En base a los más de 50 años de experiencia que lleva Aldeas acompañando a los y las jóvenes que crecen en el sistema de protección, desde la organización se reclaman las siguientes medidas:
El trabajo de tránsito a la vida adulta comienza en la adolescencia, a los 14 años. Aldeas Infantiles SOS potencia la autonomía de estos chicos y chicas en todas las áreas de sus vidas: tareas del hogar, estudios, gestión del tiempo y del dinero.
Además, les ofrece orientación vocacional, que les ayuda a hacerse una idea de cómo pueden adaptar sus estudios a aquello que les gustaría ser de mayores o a potenciar sus habilidades.
Cuando cumplen los 17 años, la planificación de su futuro va ocupando un lugar más importante en sus vidas. Por ello, Aldeas Infantiles SOS da respuesta a sus necesidades a través de su Programa de Jóvenes.
Juan José Cerviño, director de este Programa en Madrid, cuenta en qué consiste este acompañamiento: "Los preparamos con tiempo, con antelación, porque los cambios importantes no se pueden preparar de la noche a la mañana. Previamente, y mínimo dos años antes del cumplimiento de la mayoría de edad, ya empezamos a hacer algunas actividades para que comiencen a darse cuenta de cuál es la importancia del cambio".
Una vez cumplen la mayoría de edad, Aldeas Infantiles SOS no les deja solos, sino que, a través de diferentes iniciativas, como su Programa de Jóvenes o su Programa de Becas, los jóvenes mayores de edad podrán retomar sus estudios, emanciparse o encontrar un empleo.
Muchos de estos jóvenes que ya han cumplido la mayoría de edad siguen manteniendo lazos muy estrechos con compañeros y educadores. Es el caso de Fátima, una joven de 20 años: "En Navidad sigo viniendo a la Aldea, en verano me voy de vacaciones con mis compañeras, muchos fines de semana me quedo a dormir allí… En concreto, hay dos educadoras que me recibieron y estuvieron conmigo desde el principio. Sigo teniendo contacto con ellas y son como parte de mi familia".
Hamid, otro joven que creció en una de las Aldeas Infantiles SOS, también cuenta cómo sus educadores le continúan prestando toda la ayuda que necesita: "Hace poco estuve malo, tuve que ir a urgencias y lo primero que hice fue llamar a uno de mis educadores. No dudó en venir a acompañarme y quedarse conmigo hasta que pasara todo".