Este año celebramos el vigésimo aniversario de una revolución cultural sin precedentes. En el verano del año 2000 se fraguó uno de los movimientos artísticos, sociológicos y mediáticos más divertidos de la Historia Contemporánea: El Tamarismo. En los prósperos tiempos del “España va Bien” una serie de personajes procedente de los circuitos marginales de la industria musical tomaron los programas de televisión al ritmo del “No Cambié” para poner al país patas arriba.
Tamara, Leonardo Dantés, Arlequín o Loly Álvarez, entre muchos otros, lideraron sin saberlo una revolución cultural que cambió para siempre el periodismo de sociedad y el mercado musical del país. Hoy recuerdo para ustedes los capítulos más delirantes de aquel culebrón.
El mítico “Crónicas Marcianas” fue el primero en dar voz a los protagonistas de este movimiento de vanguardia. En el histórico late night de Telecinco el locutor y presentador Javier Cárdenas contaba con una sección en la que daba voz (con cierta humillación hacia los entrevistados, por cierto) a personajes peculiares de toda España.
En esta sección conocimos a referentes tan entrañables como Pozí, Carmen de Mairena o las Hermanas del Baptisterio. Aquel espacio fue también el trampolín de los propulsores de este movimiento: Paco Porras, un vidente que leía el futuro a través de las frutas y hortalizas; y el dúo musical conformado por un veterano músico, Leonardo Dantés (autor de temas como “Futbolistas Naturistas” o “El Baile del Pañuelo”), y una joven promesa de la canción y el modelaje llegada desde Santurce: Tamara.
En un primer momento fue Paco Porras el personaje que destacó por encima de los demás. Aprovechando la ausencia de nombres de primera fila en los eventos de la noche madrileña de aquel verano, el hortovidente aprovechaba para colarse en las fiestas de sociedad y hablar para la prensa en el photocall.
En medio de aquella repentina atención mediática, Porras aprovechó para presentar en sociedad a Tamara como su novia. La felicidad de la pareja duró poco: escasos días después, Tamara irrumpía en un evento hecha una furia acompañada por su madre (la inolvidable Margarita Seisdedos) acusándole haberla abandonado tras dejarla embarazada. Los programas emitieron aquella pelea y, para sorpresa de todos, la audiencia respondió: España quería saber más sobre ellos.
La repentina popularidad de Tamara trajo consigo el insospechado éxito musical de sus canciones, aún inéditas. En medio de aquella inusitada atención mediática, la diva atendía a los medios en el salón de su casa y allí, junto a su madre y entre posters de los Backstreet Boys, paños de croché y figuras de, ofrecía declaraciones que a ella le sonaban citas de las estrellas del Hollywood clásico (“Soy adicta a la laca”, por ejemplo) y también improvisaba conciertos.
En aquellos reportajes, la de Santurce no perdía la oportunidad de interpretar ante las cámaras sus temas: “A por ti”, en solitario; y “No Cambié”, a dúo con Leonardo Dantés. El público conoció así la faceta más humana de la estrella más allá de la polémica: María del Mar, la joven de provincias que se había instalado en Madrid junto a su madre para perseguir un sueño: triunfar en la música pop.
Los enfrentamientos entre la cantante y el futurólogo del perejil sirvieron para que irrumpiesen en escena nuevos personajes, salidos del entorno de la pareja. Como defensores mediáticos de la versión de los hechos de Tamara se erigieron Leonardo Dantés, su compañero musical; y Tony Genil, que se vanagloriaba de haber presentado a la ex pareja.
Aprovechando la notoriedad mediática Tony contaba a todo aquel que quisiera escucharle que tenía a sus espaldas una célebre trayectoria musical que le había llevado a conocer a Michael Jackson, quien años atrás había estado en su casa del Aluche comiendo macarrones. La fama creciente del pintoresco trío precipitó a la prensa a informar de acontecimientos inenarrables, como cuando apadrinaron una frutería en el barrio de Vallecas ante medios de todo el país.
Con el “No Cambié” causando furor entre el público irrumpió en escena un nuevo personaje, una oxigenada vedette llamada Jennifer Taylor que respondía al nombre real de Loly Álvarez. La cantante, que años antes había formado pareja artística con Dantés y había grabado junto a él una versión del “No Cambié”, aseguraba que Tamara cantaba sobre su pista vocal y que no estaba legitimada para interpretar el tema.
En definitiva reclamaba para ella el éxito y la gloria que estaba recibiendo Tamara. Tony Genil traicionó a Leonardo y a Tamara y secundó la denuncia pública de la granadina. Loly y Tony decidieron entonces convertirse en pareja artística y editar su propia versión de la polémica tonada.
En medio de todo este huracán, la escena electro indie de la época reparó en la figura de Tamara y la convirtió en su musa: su peculiar look ochentero, sus influencias musicales, y el culebrón vodeviliano que estaba protagonizando en los platós de televisión fueron elementos suficientes para ello. Este gesto otorgó a la de Santurce un nuevo prisma, ya que la que para muchos era “una friki”, para otros era una cantante de culto underground.
“Si fuese americana, John Waters la ficharía para su próxima película, si fuera inglesa, sería portada del «i-D» y si hubiera vivido en los 60, habría fascinado a Warhol”, aseguraban sus defensores. En un abrir y cerrar de ojos Tamara pasó de protagonizar peleas en los platós a ser la estrella de las revistas de tendencias. No solo eso, personajes como Alaska y Silvia Superstar la reivindicaban y los popes de la música electrónica de la época (Nacho Canut, Madelman, Spunky…) se ofrecían para producirle su debut discográfico.
Mientras Tamara se hacía un hueco con lo más cool del techno de Malasaña, sus antiguos amigos, que se sintieron desplazados por la nueva faceta de la diva, intentaron boicotear su triunfo. Leonardo Dantés volvió a los platós donde había defendido a Tamara acusándola de haberle dejado en la estacada. Por si fuera poco, apareció un nuevo personaje aún más extravagante: Arlequín.
Otro artista marginal que se encargó de filtrar un vídeo erótico de la estrella en ciernes y editar una canción en su contra. En una de sus provocaciones fue cuando la madre de Tamara, que la acompañaba a todos lados, la emprendió a bolsazos contra él y forjó la leyenda de que Margarita escondía un ladrillo en sus alforjas.
Después de mucho sufrimiento, en otoño por fin vio la luz el primer lanzamiento discográfico de Tamara. Se grabó un videoclip espectacular para “A por Ti”, los conciertos de la estrella se pagaban a precio de oro y todo el mundo cantaba sus canciones. Sin embargo desde el establishment de la industria musical se intentó boicotear el lanzamiento.
La industria no estaba dispuesta a que este producto eclipsase las millonarias campañas que en aquella época protagonizaban Madonna o Alejandro Sanz y las emisoras de radiofórmula se negaban a pinchar el tema. Desde el grupo Prisa, que siempre se ha auto-otorgado cierta superiodidad moral, se menospreciaba el tamarismo e incluso dejaban de repasar los discos más vendidos en el número dos para no mencionar cual era el CD más vendido del país. A pesar de todo Tamara mantuvo su single en la lista de más vendidos durante varias semanas y a día de hoy nadie ha vendido tantos discos como los que ella despachó entonces.
Todo movimiento cultural de vanguardia debe tener una exposición en su hoja de ruta y el tamarismo lo tuvo. Carlos Berlanga y Fabio McNamara comisionaron una exposición titulada “Tamarismo Ilustrado” en el que diferentes artistas expusieron obras utilizando a Tamara y su troupe como eje conductor.
Aquella catarsis cultural, mediática y artística fue perdiendo fuerza con el paso de los meses pero sus personajes siguieron protagonizando divertidas situaciones. El último gran hito de la época fue aquel maravilloso accidente que provocaron Loly Álvarez y Arlequín junto a la efímera Montse Páez estrellando su coche en La Cibeles el verano de 2001 para mantenerse en el candelero.