Sin Durante el invierno de 2016, Ágatha Ruiz de la Prada y Pedro J. Ramírez sorprendían al mundo poniendo fin a su matrimonio tras más de tres décadas juntos. Un proceso que, tal y como ella confirmó en varias entrevistas, fue traumático. Sin embargo, eso obligó a la concursante de ‘Bailando con las estrellas’ a rehacerse a sí misma, empezando por la ‘agathización’ de su casa la cual a día de hoy, no puede representar más a la diseñadora.
"Esta vivienda ha tenido tres vidas: la primera cuando la compramos hace veinte años, la segunda cuando la reformamos en 2008 y la tercera ahora, tras mi divorcio”, comentó Ágatha a la revista AD. Y es que tras separarse de Pedro J. Ramírez, la diseñadora quiso dar un giro de 180 grados a los más de 450 metros cuadrados de su vivienda.
En el ático, aunque conservó la estructura, Ágatha optó por llenar de color cada rincón en el que había vivido junto a sus dos hijos, Tristán y Cósima, y su ahora ex, que al salir por la puerta se llevó con él más de 20.000 libros. Lo primero que realizó fue un baño de pintura a las paredes y cambios en la disposición de los muebles, situados junto a diversas obras de arte y de coleccionista.
Tal y como hace con sus diseños de ropa, la personalidad de Ruiz de la Prada tenía que impregnar cada esquina de su piso. Es por eso que la abundancia de los tonos vivos, resaltados por luz natural gracias a la altura a la que se encuentra la vivienda, son el principal factor en su domicilio.
Sin duda, el salón es una de las estancias más llamativas. Se trata de un espacio grande, que perteneció originalmente al aristócrata José Luis de Villalonga. El suelo está lleno de rayas rosas y blancas, capaces de romper su estética con una gigante alfombra también de rayas, esta vez verdes, azules, rojas, naranjas y amarillas. El patrón se repite en cada estancia que pertenece a Ágatha, sin embargo, las habitaciones de sus hijos poseen modelos cromáticos diferentes.
En cuanto al sofá, y como no podía ser de otra manera tratándose de la artista, Ágatha ha escogido un gran sillón fucsia con el respaldo en forma de flor. Una estética que también vuelve a ser la misma, aunque en pequeñas dimensiones, en los pufs que lo acompañan.
Si hay una habitación que ha cambiado, ese es el despacho de Tristán. El suelo, con listas azules y verdes, combina a la perfección con un gran sofá del mismo color. Las paredes de la sala de estar están pintadas con rayas verticales gruesas, blancas y amarillas, llenas de estanterías con libros que concluyen en una chimenea que, aunque originalmente era negra, decidieron pintar en dorado, del mismo modo que la del salón.
Amplio, luminoso y con el suelo blanco y fucsia, presente en la mayor parte de la estancia, que en este caso dan paso a una cama y cabecero azules. La habitación tiene salida directa a la terraza, que incluye macetas con flores y vistas al céntrico Paseo de la Castellana.