Como cada día, María del Mar carga en brazos a su hijo Iker para bajar las estrechas escaleras que separan su vivienda, situada en un primer piso del barrio valenciano de La Torre, de la calle para llevarlo al colegio. Una operación que repite al terminar las clases y que le genera mucho estrés por el riesgo que supone para su hijo y para ella. "Ya me he caído con él varias veces por las escaleras", lamenta María del Mar Esparza, que explica que "mi hijo ya tiene 14 años, pesa 40 kilos y yo 45, además es un peso muerto y al crecer apenas cabe por las escaleras que son muy estrechas. Cuando lo subo se me duermen las manos y lo tengo que soltar en la cama. Tengo la espalda destrozada".
Esta situación no es nueva para esta madre, que siempre ha vivido en pisos sin ascensor y lleva años solicitando una vivienda con elevador para ganar en calidad de vida y no poner en riesgo a su hijo y a sí misma. "Yo no quiero dinero ni nada, solo pido un piso con ascensor que pueda pagar porque mi hijo se merece que lo traten como una persona", asegura.
El calvario de María del Mar comenzó cuando su hijo Iker fue diagnosticado de una enfermedad rara, el síndrome de Angelman. "Cuando iba a cumplir dos años empecé a ver cosas extrañas y tras muchas pruebas nos dieron el diagnóstico. Él no se mueve, no anda, no habla. Es totalmente dependiente y hay que hacérselo todo. Es una dedicación total".
María del Mar tiene otra hija de 4 años y su pareja no trabaja porque entre los dos no dan abasto para atender a Iker y la pequeña. "Yo cobro 1.300 euros de la renta valenciana de inclusión, de la que estoy muy agradecida, pero con un único ingreso es imposible para nosotros acceder a un piso con ascensor por el que te piden mínimo 800 euros, incluso más de 1.000", asegura.
Después de años de solicitudes ante las diferentes administraciones, María del Mar creía que pronto le iba a llegar su turno para conseguir una vivienda que cumpliera con sus requisitos. "Pero entonces se produjo el incendio de Campanar y a los afectados les concedieron unas viviendas que me parece muy bien, y ahora se ha producido la desgracia de la DANA, por lo que he pasado de los primeros puestos de la lista, a desaparecer, y yo vivo en un barrio afectado también por las inundaciones y no perdí la casa, pero sí el coche", explica.
De hecho, recuerda que cuando la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, visitó la pedanía de La Torre fue a hablar con ella. "Le conté mi situación y me dijo que me iba a ayudar. Han pasado tres meses y nada, no he tenido ninguna respuesta", lamenta.
Si la situación se prolonga, esta madre se va a ver obligada a tomar una dolorosa decisión. "Vamos a tener que dejarlo de llevar al colegio y no queremos. Estamos abandonados", sentencia.
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