En Catarroja, la parroquia María Madre de la Iglesia ha transformado su lugar de culto, en un centro logístico que distribuye productos de primera necesidad de manera que en su interior ahora se alzan estanterías repletas de pañales, alimentos no perecederos y productos de higiene. Este esfuerzo comunitario ha sido clave para asistir a los vecinos más afectados por la devastadora DANA que golpeó la zona.
La transformación del templo comenzó dos días después de las inundaciones, cuando un grupo de jóvenes de la parroquia Santiago Apóstol de Valencia llegó para colaborar en la limpieza. Esa noche, trabajaron sin descanso para convertir la iglesia en un punto de ayuda central para la comunidad. El motor de esta operación es el párroco José Vicente Alberola, quien apenas tiene tiempo para detenerse. Con sus botas embarradas, organiza las actividades diarias mientras atiende llamadas y supervisa el reparto.
Joan Magraner, coordinador de voluntarios, es otro de los pilares de esta red de apoyo. Padre de tres hijos, Joan decidió volcarse en el servicio comunitario tras perder su coche y quedar temporalmente aislado de su empleo en una empresa cárnica. “Trabajamos hasta catorce horas al día para sacar esto adelante”, explica mientras organiza el reparto de comida caliente, que llega diariamente desde las afueras del pueblo en vehículos improvisados.
La parroquia no solo distribuye alimentos, sino que también ha implementado servicios esenciales para los vecinos. Un punto de atención psicológica, una ludoteca para niños y hasta peluqueros voluntarios se han instalado en el recinto, adaptándolo a las necesidades de una población que lo ha perdido casi todo.
Para mantener el sentido espiritual del lugar, el párroco Alberola ha reservado la capilla como espacio de oración, abierta de nueve de la mañana a seis de la tarde. Este rincón sagrado recuerda la esencia de la parroquia, incluso en medio del caos. “Hay mucha gente implicada”, dice Alberola, agradeciendo la solidaridad que ha permitido a su comunidad sobreponerse al desastre.
El equipo de la parroquia ha logrado atender a 7.000 personas, repartiendo comida diaria a 3.000 de ellas. Además, han organizado visitas domiciliarias para identificar las necesidades específicas de los afectados. “Todo esto ha sido posible gracias a los voluntarios y al apoyo de empresas locales”, comenta Joan.
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