Es una creencia desafortunadamente extendida debido a la proliferación de mensajes difundidos a través de las redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp y otros canales de comunicación en los que se asegura que el uso de mascarillas provoca “intoxicación por inhalación del propio dióxido de carbono (CO2)". En ellos, se llega a afirmar que "el uso prolongado" de las mismas "produce hipoxia" porque fuerza a inhalar el dióxido de carbono propio previamente exhalado, provocando, aseguran en las cadenas de mensajes, “falta de oxígeno en sangre, mareos, malestar y mucho cansancio". Sin embargo, la realidad es muy distinta: ni provocan déficit de oxígeno ni intoxicación por dióxido de carbono.
Contra este tipo de mensajes, que durante los últimos días circulan por las redes de Twitter, Facebook y por WhatsApp bajo lemas como ‘Yo no llevo bozal’, el experto Jaime Barrio, doctor del Consejo Científico del Colegio Oficial de Médicos de Madrid (IOCOMEM) explica que no hay ninguna evidencia de que el uso de las mascarillas provoquen “hipoxia, acidificación del organismo o intoxicación por inhalación del propio CO2”, como sostienen esos bulos. En este sentido, precisa, lo primero es que las mascarillas “no están cerradas al paso del aire”, dado que el material con el que están confeccionadas permite que "entre el oxígeno y se elimine el dióxido de carbono", precisamente.
Además, tampoco es cierta la afirmación de que “practicar cualquier actividad física con mascarilla potencia gravemente sus efectos nocivos". Las mascarillas pueden utilizarse para hacer deporte, aunque “no es obligatorio”, mientras la actividad se realice respetando la distancia de seguridad que marcan el protocolo y las directrices sanitarias en el marco de la pandemia de coronavirus.
Lo que sí existe, explica el doctor, es "una limitación de la entrada habitual de aire, por lo que en el momento de realizar deporte puede llegar a ser incómodo y reducir el rendimiento durante el ejercicio físico".
Por esa razón, lo que sí es natural experimentar, y más con las altísimas temperaturas que sufre desde ya España, es una sensación de agobio y, en muchos casos, incomodidad.
En la misma línea, la doctora Raquel Blasco, especialista en Medicina Interna y vicepresidenta segunda del Colegio de Médicos de Valladolid, ha explicado en su cuenta de Twitter que a la hora de practicar deporte “es normal tener una mayor frecuencia cardíaca”, por lo que recomienda “no ser excesivamente exigente en la fase de adecuación” al añadir el uso de la mascarilla. Por eso, destaca la importancia de estar convenientemente adaptado al esfuerzo y al instrumento de protección, pero, ante todo, recalca que no la mascarilla “no ha desmostrado disminuir la frecuencia ventilatoria durante la realización de dicho esfuerzo”.
A este respecto, insiste: su uso "aumenta la sensación de ahogo, pero no provoca hipoxia"; una afirmación que acompaña de un estudio de 2017 llevado a cabo por especialistas franceses y belgas en los que analizan los efectos del uso de la mascarilla en una caminata de seis minutos: se respira con más dificultad, pero no disminuye la distancia recorrida.
En la misma línea también coincide el director de Servicios Técnicos del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, Antonio Blanes, quien recalca que la institución no tiene conocimiento de que la Organización Mundial de la Salud (OMS), los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos o las autoridades sanitarias españolas "hayan advertido de ese posible efecto adverso en el uso de mascarillas".
"El aire puede circular a través del material de la mascarilla; lo que se filtra son determinadas partículas según el tamaño de los poros", afirma Blanes en declaraciones recogidas por EFE.
En este sentido, argumenta que la sensación de dificultad respiratoria "puede deberse a la falta de costumbre, al uso durante muchas horas seguidas, a la reutilización de las mascarillas sin tener en cuenta las indicaciones del fabricante o a la utilización de filtros o mascarillas que no cumplen las especificaciones técnicas y/o legales".
También puede influir, señala, "la temperatura ambiente y la sensación subjetiva de calor del usuario de la mascarilla".
Reforzando sus palabras, cita también un estudio del Instituto Nacional para la Salud y Seguridad Ocupacional (NIOSH) de EEUU, en el que se concluye que dos horas de uso continuo de una mascarilla autofiltrante con un ritmo de trabajo bajo o moderado "no parece causar un cambio en la temperatura corporal central ni un aumento significativo en el calor o la humedad del espacio muerto de la mascarilla después de la primera hora".