Numerosos jóvenes africanos se arriesgan cada día en travesías de cientos de kilómetros en océanos abierto en barcas endebles en busca de un futuro mejor. Es el caso de un chico de 17 años acogido en estado de 'shock' en un centro de menores de Gran Canaria. Sobrevivió a quince días de penosa ruta en el Atlántico, a la deriva, viendo cómo 16 de sus 25 compañeros de patera murieron de hambre uno tras otro y fueron arrojados por la borda.
La historia de este joven la ha recogido Abián Montesdeoca, uno de los pediatras asignados por el Servicio Canario de Salud (SCS) a los equipos que realizan las pruebas de coronavirus a quienes acaban de llegar a las islas en patera. En este caso, se trataba de realizar las PCR a los menores que habían desembarcado en el muelle de Arguineguín entre el 19 y el 20 de octubre.
"Nos había enviado un oficio la Policía en su momento, con el listado de menores que habían llegado. Los tenían fichados como que habían llegado a Arguineguín y los habían derivado a un centro. Pero este chico no estaba. Llegué a pensar que quizá tenía redes familiares aquí y a lo mejor se escapó del muelle, cosa difícil, por no decir imposible", relata a la agencia Efe Montesdeoca.
Nueve días después, los pediatras recibieron el aviso de que el chico al que buscaban acababa de ingresar en un centro de menores de Gran Canaria, así que acudieron a valorarlo. Y el chico les contó su historia, "totalmente abatido física y psicológicamente". El chaval explicó al pediatra que lo atendía que no sabía leer ni escribir, porque se puso a trabajar a los once años para ayudar a su familia en un pueblo de Marruecos, tras morir su padre. Era el único varón en casa y asumió la obligación de cuidar de los suyos.
A principios de octubre, seis de sus primos y él decidieron buscarse una vida digna en Europa, se organizaron y consiguieron subirse a una patera rumbo a Canarias, que partió con 26 ocupantes de algún punto de la costa situada entre Cabo Bojador y Dajla. "Esas pateras no son de mucha gente y, con buen motor, la travesía tarda de dos a tres días, pero ellos se perdieron, se les rompió el GPS y se quedaron a la deriva. Estuvieron quince días en el mar. Se acabó la comida, se acabó el agua", cuenta Montesdeoca.
Según el pediatra Montesdeoca, para el 9 de octubre su paciente y sus 25 compañeros de patera ya llevaban varios días perdidos y la desesperación cundía a bordo, porque la comida y el agua escaseaban, si es que no se habían acabado ya. Algunos comenzaron a beber agua del mar, que sacia por unos instantes, pero acelera la deshidratación. Fueron los primeros en morir. Otros llegaron a estar tan desesperados, que intentaron aplacar el hambre royendo las tablas de la patera.
Según el relato de este adolescente, perecieron 16 personas, una tras otra, día tras día; entre ellos, sus seis primos. "Imagínate tomar la decisión de tirar los cadáveres por la borda. Se les acaba la comida, se acaba el agua... Pensaba que se iba a morir, como se estaban muriendo todos", cuenta el pediatra. El día en el que este chico dice que fue rescatado porque los encontraron en el mar, la Guardamar Polimnia socorrió a una patera con 15 magrebíes, entre ellos un menor.
Pudo ser esa la suya, pero su relato encaja más con un rescate del día siguiente que en realidad empezó el 19, cuando un carguero, el Wadowice II, encontró a una embarcación a la deriva a 400 kilómetros de Canarias con 10 varones a bordo y un cadáver, que luego entregó a la Guardamar Talía. Por el momento no ha podido ser confirmado.
La Dirección General de Protección a la Infancia del Gobierno de Canarias sí ha corroborado que el chico está acogido en un centro de menores y que va a recibir asistencia psicológica, porque está "en shock" tras haber vivido una experiencia "terrible". La historia de este chaval continúa en el muelle de Arguineguín, en el campamento de Cruz Roja donde aquellos días llegaron a pernoctar más de 1.000 personas, tras jornadas de rescates frenéticas.
El pediatra sospecha que el caos que se vivió en aquella semana por la continua sucesión de rescates contribuyó a que la llegada de esos diez supervivientes no llamara tanto la atención, porque él cree que debieron llegar molidos, arrastrándose, en un estado en el que, en otras circunstancias, hubieran sido derivados a un hospital. De hecho, subraya que cuando él vio al chico, pasados nueve días, le costaba ponerse de pie.
"Seguramente se quedó en el muelle en la esquinita de una carpa. No se habrá muerto de milagro. Alguien lo habrá alimentado, hidratado y cuidado esos días, porque seguro que estaría en una situación terrible. Allí se pegó todos ese tiempo sin que nadie supiera que estaba", añade. El chico ha contado a que, nada más llegar, lo trasladaron un par de días a un centro sanitario. Pero también que, en cuanto recibió el alta, lo mandaron de regreso al campamento de primera acogida de la Cruz Roja en el muelle de Arguineguín.