Mónica y Rosa no se conocían, pero la vida les juntó en el tramo más difícil, en una era, la del coronavirus, que ha enlazado historias para siempre. Dos vidas, hasta hace unos días, desconocidas que acabaron compartiendo dos semanas de angustia, los mismos que estuvo ingresada Rosa en el Hula, enferma de Covid-19. Y allí estuvo Mónica, quince días, aplaudiendo, dando ánimos, dejándose parte de su vida cada día para que Rosa no tirara nunca la toalla. Porque como Rosa reconoce "sin empeoraba, no salía". Ahora pueden verse cara a cara. "Ellos son los que nos cuidan y además ellos se podían contagiar". Mónica cree que lo peor es no poder dar todo el calor que necesita un paciente debido a la posibilidad de contagio. Pero allí estuvo dando saltos cuando Rosa dibujaba un corazón al salir del hospital.
Ahora se ven cara a cara con sus mascarillas y libres de coronavirus. Se pueden mirar más allá de los ojos porque Rosa siempre vio a Mónica con esos trajes Epi, las gafas, la pantalla y la mascarilla. Solo podía tener claros los ojos. Pero a ella sí que no se le había borrado el rostro de Rosa, una de sus primeras pacientes con coronavirus. Porque el dolor de los pacientes ha hecho mella en los sanitarios. Porque han aplaudido a los que se han salvado, algunos dando las gracias de rodillas, pero también han visto irse a otros sin poder decir adiós a sus familias. Eso ha sido lo más duro, de hecho muchos sanitarios siguen llorando cuando recuerdan esos momentos.
Mónica pensó siemore en como ayudar a los pacientes a afrontar el peor síntoma del coronavirus: la soeldad. Y lanzó una campaña para que la gente escribiese cartas y los niños enviasen dibujos a los pacientes ingresados. Una de esas cartas le llegó a Rosa con un mensaje que nunca olvidará. "Me escribió Moe, una irlandesa que vive en Lugo, contándome su vida y dándome ánimos. Me decía en la carta: 'Los días que te encuentres bien agárralos con fuerza'. Y como siempre pasa en la vida, las palabras pueden obrar milagros. Mónica y Rosa vuelven a encontrarse en Informativos Telecinco. Se han hecho amigas, se escriben y no olvidan lo pasado. Rosa mantuvo todos los días de su hospitalización una hora diaria de videollamada con ella. Porque si duro fue estar en la habitación no lo fue menos estar recluida en casa. Por eso también llaman a la prudencia, porque no podrían soportar volver a pasar por lo mismo.