Este cuento empieza así. Un villano, un virus llamado coronavirus, mantiene en su casa encerrados a Ricardo y Mercedes. Ambos están confinados en casa para que el virus no les atrape pero no pueden ver a sus nietos, en especial, a las dos más pequeñas, Judith y Mercedes. Los abuelos quieren verlas y estar sanos y fuertes cuando lo hagan así que se sacrifican y no salen. No solo eso. Piensan en un regalo especial para que el reencuentro sea una fiesta mayor todavía.
Así, el golpe anímico de la distancia y el miedo se convirtió en el mejor estímulo en un golpe anímico al que Ricardo y Mercedes han logrado convertir en un reto para hacerles el regalo más preciado para Judit, de ocho años y, Miriam, de cinco. De hecho, se ha convertido en la mayor sorpresa de sus vidas y no es para menos.
Informativos Telecinco ha sido testigo de la entrega de ese regalo, que va a ser una envidia para muchos. Un cuento convertido en realidad solo con unas cuantas herramientas y mucha fe y amor. Una casita de madera a la que no le falta de nada, como si de una casa de cabaña de película se tratara. Muñecas, paredes con colores, peluches, tacitas para tomar el té, cortinas… solo falta el baño, tal vez aposta para que las pequeñas sean capaces de salir de ella algún rato ahora. El periodista Israel Remuiñán, nieto y testigo privilegiado de la historia ha hecho también su relato en Twitter.
La casita de madera, todo hay que decirlo está para irse a vivir. Tanto Ricardo como Mercedes no dudaron en aislarse en su vivienda de Culleredo en A Coruña, cuanto surgió el coronavirus, no en vano, él padece de corazón y ella es asmática. Tres meses sin salir ni para hacer la compra siquiera. Era uno de sus hijos el que les llevaba lo necesario para sobrevivir en el día a día. Pero ellos tenían claro su objetivo, cual cuento: hacer esa casa de madera para cuando pudieran abrazar a sus nietas. Darles una sorpresa que contaran ellas a su nietos en el futuro. Y fue un amigo de la familia la que les proporcionó la madera. No solo era convertir un sueño en realidad sino también activarse, hacer que las horas pasaran más rápido en pos de esa ilusión. Porque las pequeñas aún recordaban esa lona reconvertida en cabaña que se había convertida en su rincón especial antes de la pandemia.
Los abuelos pensaban en la cara que pondrían cuando tuvieran su casa de madera real. Facebook les ayudó a construirla, aunque está claro que Ricardo es todo un manitas. De hecho, el tejado es nada menos que de uralita y entrar en ella es ver multitud de colores y diversión. Y hasta tiene sus literas para que las niñas puedan vivir con sus muñecas. Judith y Miriam son las pequeñas de los siete nietos que tiene la familia y los gritos al ver su nueva casa fueron los esperados por una emocionados abuelos. Las niñas aún no se lo creen, "estamos muy contentas", no me lo esperaba", dicen entre susurros, orgullosas de sus abuelos. Aunque ahora va a ser difícil sacarlas del chalet de sus sueños. Aunque ese será otro cuento que seguro también tiene un final feliz,