¿Por qué se llevan flores al cementerio el Día de Todos los Santos?
Llevar flores al cementerio el Día de Todos los Santos es toda una tradición en nuestro país que se relaciona con el acto de honrar a nuestros seres queridos
Aunque es habitual visitar el cementerio el día 1 de noviembre, el Día de los fieles se celebra al día siguiente
Cada flor tiene su propio significado, construido a lo largo de siglos de tradición en distintas culturas de todo el mundo
Un año más, la llegada del 1 de noviembre coincide con la celebración de una de las fiestas más destacadas de nuestro calendario: el Día de Todos los Santos. Como su nombre indica, esta festividad sirve para honrar y celebrar a todos los santos por su labor a la hora de difundir el mensaje de Dios. Además, con el tiempo, se ha convertido en tradición que los españoles acudan a los cementerios para recordar a sus seres queridos fallecidos y, entre otras cosas, es costumbre llevarles flores frescas y otros objetos (velas, fotografías...) para honrarles. ¿Por qué se llevan flores al cementerio el Día de Todos los Santos?
La razón por la que se llevan flores al cementerio el Día de Todos los Santos
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El acto de entregar flores como ofrenda o forma de celebración se encuentra presente en muchos de nuestros rituales sociales: un nacimiento, una boda, un cumpleaños y, en definitiva, cualquier evento especial, suele adornarse con ellas como gesto simbólico. También se utiliza la entrega de flores como ofrenda para los fallecidos, una tradición que se cumple cada año con la llegada de la del Día de Todos Los Santos, pero que no es exclusiva de esta fecha: llevar flores al cementerio es algo que hacemos desde tiempos inmemoriales y que va aparejado prácticamente a cualquier visita a este espacio o a cualquier otro con la misma función.
Por tanto, para buscar el origen de la entrega de flores a nuestros fallecidos tenemos que viajar muchos años atrás. En concreto, la primera tumba adornada con flores de la que tenemos conocimiento data de hace 13.000 años (alrededor del 11.000 a.C.), y se trata de una costumbre extendida en diferentes culturas y civilizaciones, desde Egipto hasta la India, pasando por la América prehispánica. Así, utilizar flores como forma de presentar respeto a un difunto no es una tradición reciente y, aunque no está del todo clara su razón de ser, puede tener su origen tanto en un acto simbólico como en algo tan práctico como la necesidad de neutralizar el olor que podía desprenderse de los cuerpos.
Además, cada flor tiene su propia simbología, construida a lo largo de siglos de tradición: las rosas se asocian al amor sincero por un ser querido y sirven como símbolo de ese cariño profundo; los crisantemos se relacionan con la longevidad y la eternidad, sobre todo en la cultura japonesa y, por extensión, también en la occidental; las margaritas simbolizan la sencillez, la inocencia y la infancia, entendiéndose como signo de un nuevo comienzo que también es apto para funerales; los claveles significan orgullo y unión, por lo que se utilizan para presentar respeto a personas con vínculos muy estrechos; y, por último, las calas son señal de reconocimiento y simpatía hacia la persona que las recibe.
Además, existen otros objetos que tradicionalmente depositamos en las tumbas a modo de ofrenda: velas, figuras religiosas, fotografías, objetos personales... Son todas ellas formas de honrar a quienes ya no están y demostrarles que no les olvidamos. Es habitual que las visitas al cementerio se disparen en el Día de Todos Los Santos a pesar de que, en realidad, el Día de los fieles difuntos es el 2 de noviembre, jornada que no es festiva.