Todos los medios y recursos al alcance de los efectivos involucrados en una operación de búsqueda de una persona desaparecida son importantes. Cada uno sirve a un propósito y tiene su misión, sus ventajas y sus inconvenientes. Entre ellos, no obstante, destaca especialmente el trabajo que pueden aportar las unidades caninas como un elemento clave. Indispensables para el rastreo de la zona, sus capacidades permiten aumentar las posibilidades de localización, como explica José Vicente Romero Ballestero, bombero de Navarra, experto en metodología de búsqueda y coautor del ‘Manual de Búsqueda y Salvamento Terrestre’ (junto a Manuel Jabalera Rodríguez, técnico del Grupo de Emergencias de Andalucía (GREA), y con ayuda de Robert Koester, una eminencia internacional en este campo).
Según precisa a Informativos Telecinco, las unidades caninas que se emplean normalmente en estos casos en primer lugar son los perros de ‘trailing’ o de ‘olor de referencia’, que lo que hacen es buscar un rastro de la persona desaparecida tras haberles dado una muestra de olor de ella. “El olor puede ser obtenido de una prenda; de un objeto; de su propio vehículo (del asiento, del volante)”, y es muy importante que la muestra no haya sido contaminada por otra persona. Es fundamental darle al perro la información correcta. Tal como refiere el citado ‘Manual de Búsqueda y Salvamento Terrestre’, “lo más recomendables es conseguir una prenda que pertenezca al sujeto: la funda de una almohada, su pijama u otras prendas de vestir que el desaparecido haya utilizado recientemente. Y mucho mejor si es el guía del perro quien recoge el objeto o la muestra de olor”.
Una vez hecho, siguen el olor de referencia, “pero no exactamente el rastro que ha seguido la persona, sino que si ellos son capaces de detectar que pueden acortar por algún sitio, acortan”. Por eso se utilizan; pueden marcar rápidamente una dirección.
El problema, en este caso, es que, si bien los perros de rastreo tienen una función primordial en la fase inicial de un operativo de búsqueda y “ofrecen una altísima probabilidad de detección en un caso de activación temprana”, su eficacia se reduce considerablemente a medida que transcurre el tiempo, dado que “las partículas odoríferas de la persona irán desapareciendo”.
En este sentido, explica José Vicente Romero, “el problema es que el rastro en dos o tres días desaparece”. Según precisa, “depende un poco de hacia dónde se haya dirigido la persona: si el rastro es un camino va a desaparecer antes que si está por ejemplo en hierba (si se ha ido monte a través)”, explica, señalando que son múltiples los factores implicados: “la temperatura, la humedad, el aire… ¿Cuándo va a desaparecer el rastro? Exactamente tampoco lo sabes, pero los expertos marcan un límite teórico de 72 horas”, apunta.
Por otro lado, tras el empleo de los perros de rastro, en este tipo de búsquedas también se utilizan los denominados perros de venteo o ‘de olor genérico’, que “lo que hacen es batir un área grande”. Se les asigna un área y baten esa área buscando lo que los expertos denominan un “cono de olor”. “En cuanto detectan el olor de cualquier humano (es decir, puede no ser el de la persona desaparecida), lo que hacen es irse acercando. Se van acercando desde donde ellos detectan el cono, que normalmente es la parte más ancha, hasta el origen de ese olor, que sería el vértice del cono”, precisa.
Así, la ventaja que presentan es que estos perros no requieren olor de referencia, no les perjudica el paso del tiempo ni la contaminación de la zona, ya que no buscan partículas del desaparecido siguiendo su rastro, sino partículas que se desprenden de su cuerpo formando ese “cono de olor” que se desplazará en función de la temperatura, la humedad, el viento…
En condiciones favorables, indican los expertos, el animal podría captar estas partículas desde cientos de metros de distancia.
En la búsqueda de un desaparecido todos los recursos son importantes en función de para qué se necesiten. Y lo mismo sucede con los equipos caninos. “Cada uno cumple unos objetivos”. El objetivo del perro de venteo es el de descartar áreas: “Si yo mando un perro de venteo a un área y la ha abatido conforme a los parámetros de control de la velocidad del aire, de la humedad, el ambiente etc., y el guía descarta que en esa zona pueda haber alguien, éste te puede decir más o menos la probabilidad de que en ese área no esté la persona desaparecida”. Un perro de ‘trailing’ no sirve para eso, apunta José Romero. El perro de ‘trailing’ “o marca el rastro o no marca el rastro, pero no te vale para decir que en un área no hay una persona desaparecida, porque normalmente no trabajan por áreas”. “Ellos van por una zona, y si detecta el rastro bien, y si no también. No podría garantizar que la persona no está ahí, sino que el rastro no lo ha detectado. Normalmente van por zonas o elementos lineales. Se despliegan por zonas donde se cree que hay más probabilidad”, indica, recordando que, “en el 50% de los casos las personas desaparecidas son encontradas en rutas de desplazamiento”, como pueden ser, autopistas, autovías, carreteras, vías de servicio, caminos, sendas, vías pecuarias, senderos locales, rutas por las que se sabe o sospecha que transita el sujeto, o en las inmediaciones del denominado ‘Último Punto de Avistamiento’ (UPA), –el último sitio donde ha sido vista la persona desaparecida o donde ha sido grabada en vídeo–, o la Última Localización Conocida (ULC), –que es la última posición que se sabe que ha ocupado esa persona, como puede ser el lugar donde se encuentre su vehículo.
A este respecto, subraya José Romero, “si en esa zona donde ha aparecido el coche no hay ningún indicio de rastro de esa persona, se debería valorar en qué punto del terreno es más posible que se encuentren esos restos”, dirigiéndose a cada uno para buscarlo.