En incontables ocasiones desde que comenzó la pandemia nos hemos referido a ellos como los héroes anónimos de las UCI. Sin embargo, al conocerles cara a cara, al hablar con ellos, descubrimos que bajo eso trajes de protección no se escondían héroes sino hombres y mujeres de carne y hueso que se emocionan, que se preocupan, que se fatigan y que sienten miedo, rabia e impotencia.
“No somos héroes, somos personas, por supuesto”: nos confiesan uno de estos sanitarios durante una charla con Informativos Telecinco. Antes que nada los sanitarios son personas que construyen grandes equipos.
Son las personas a las que, cada día, hemos aplaudido, sabiendo que nuestras vidas en último extremo estaban en sus manos. Una responsabilidad enorme que, nos cuentan, a menudo les venía muy grande: “Te derrumbas porque no sabías lo que se venía realmente”.
Siempre al pie del cañón durante jornadas agotadoras: “Ya sólo el ponerse el equipo de protección hace que estés muy cansado, sudas más, es más agotador, te sientes deshidratado, te duele la cabeza porque te aprieta casco, te duelen las orejas porque te aprieta la mascarilla…”.
Una presión inimaginable que se llevaban consigo al terminar la jornada: “dejamos un cachito de nuestra preocupación aquí con ellos”. Llegaba a traumatizarles: “en el coche me ponía a llorar como una niña pequeña”; y les quitaba el sueño: “cuando llegaba a mi casa y me metía en la ducha seguía oyendo las bombas pitando en la cabeza… me costaba dormir, me costaba hasta venir a trabajar, es muy duro”.
Han vivido día y noche bailando con el miedo al contagio “porqué eran días de mucha incertidumbre, con miedo de contagiarse uno y no llevarse tampoco el virus a casa”.
Profesionales abnegados que han puesto su vida familiar y su tiempo de ocio en un segundo plano, luchando, dando el todo por el todo para salvar vidas, aunque a veces era imposible, con una preocupación constante: “la preocupación de pacientes que has dejado y que no sabe si con lo que hemos hecho mejorarán o cuando volvamos mañana va a estar peor o no va a estar”.
Con la impotencia de no saber qué decir muchas veces a las familias de los pacientes que les pedían ayuda desesperadamente. Pero sabiendo que tenían que hacerlo porque son la única salvación de muchos: “se hacía muy duro, gente mayor que no puede hablar con sus familiares, que fallece y no están con nadie”.
Ellos ya han luchado por nosotros, ahora nos toca a nosotros luchar por ellos siendo prudentes, respetando las normas se seguridad. Porque el coronavirus sigue a la vuelta de la esquina.