Hoy empieza en Valencia el juicio por el crimen de Godella, en el que unos padres mataron a sus hijos pequeños hace ya dos años. Para la madre, que padece una esquizofrenia paranoide, se pide internamiento médico y para el padre, 50 años de cárcel. La tarde anterior al infanticidio, la abuela materna intentó alertar a las autoridades pero no lo consiguió.
“Todos están muertos”. Es lo que Gabriel, el padre, le dijo a la guardia civil, que buscaba a Amiel de 3 años e Ixchel, de tan sólo seis meses.
“Salga despacio, no tenga prisa…”, le dijeron los agentes a María, la madre, a la que encontraron desnuda metida en un bidón.
María confesó haber enterrado los cuerpos de sus hijos a los agentes mientras repetía que tenían que resucitar.
Gabriel y María estaban convencidos de que una secta les perseguía. Eso hizo que la abuela materna alertara a las autoridades una tarde antes del crimen. Denunció ante un juzgado que sus nietos corrían peligro pero no pudo salvarlos. Esa misma noche se perpetró el crimen de Godella.
La pareja presuntamente purificó a sus hijos bañándolos en la piscina para después propinarles una brutal paliza que les causó la muerte. En la investigación se señaló que los niños fueron golpeados en la cabeza fuertemente.
Hoy los dos se sientan en el banquillo. Ella no pisará la cárcel por que padece esquizofrenia paranoide. Para ella piden el internamiento en un centro psiquiátrico.
El padre, Gabriel, en cambio, se enfrenta a 50 años de prisión por un doble asesinato con el agravante de parentesco.