"Si los padres hacen de amigos los hijos se quedan huérfanos"

  • El problema de la sobreprotección: hijos inseguros, intolerantes a la frustración, rebeldes y con baja autoestima

  • Maribel Martínez profundiza en los problemas de educar en su libro ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?

  • En el ansia porque sus hijos sean felices y nunca sufran los padres creen que la autoridad es autoritarismo, y no

Maribel Martínez es psicóloga especialista en terapia breve estratégica y es codirectora del Centro de Terapia Breve Sentirse Bien de Barcelona y coautora de los libros Niños sin miedo y Conducir sin miedo. Su último trabajo publicado es '¿Cuántas veces te lo tengo que decir?' (Editorial Arpa), donde relata algunas de sus experiencias para convertirlas en consejos para una generación que ha profesionalizado la paternidad, pero no está funcionando. Porque gran parte de los problemas que vemos en la sociedad de hoy tienen su germen en casa.

La experta tiene claro que ahora los padres quieren ser excelentes, que sus hijos no sufran, que tengan una magnífica preparación para la vida y que sean felices. Y sí, como ella misma señala en su libro, a priori todo ello debería entenderse en clave positiva. Pero la realidad es que a menudo se desatiende el objetivo más importante: educar a nuestros hijos en la autonomía personal y los valores.

Es por ello por lo que tal vez conocemos más casos de niños dependientes, inseguros, con trastornos de ansiedad, miedos, fobias, baja tolerancia a la frustración, adicción a las pantallas, rebeldía, falta de control de los impulsos, problemas para dormir, baja autoestima, poca capacidad organizativa y falta de motivación.

Maribel Martínez habla para Informativos Telecinco sobre cómo lograr que nuestros hijos nos escuchen y nos respeten. Que no es tan fácil en el día a día.

1. Qué diez consejos clave daría a un padre primerizo

1) Confía en ti como padre y madre. Educa desde el respeto mutuo y el amor.

2) Confía en tu hijo. Es único, maravilloso y capaz. Edúcale para su autonomía.

3) Eres su padre y madre, no su amigo. Tú eres su guía. Hazte respetar por tu actitud. Una mirada educa más que un grito.

4) Ambos progenitores han de ser un equipo. Hay que hablar y consensuar criterios constantemente entre la pareja.

5) Ponle límites. Los necesita.

6) Ante sus dificultades, observa, detente y valora si él puede hacerlo sólo aunque no sea a la primera. Cuando lo consiga por sí mismo su autoestima habrá aumentado.

7) Permítele que se enfade o esté triste, en lugar de reprimir sus emociones muéstraselas y aprenderá a reconocerlas.

8) Si llora, no le digas “No llores”. Empatiza con él. Entiéndele y díselo.

9) Sé un buen modelo a seguir. Sé coherente con los valores que quieres ofrecerle.

10) Si quieres que sea responsable, dale responsabilidades.

2. Cuáles son los principales problemas que se encuentra en su día a día de los padres con los hijos, cuáles son las grandes batallas.

Dependiendo de la edad: con los más pequeños son dormir solos en su propia cama y sin necesidad de que los padres estén presentes. Las pataletas, lograr comer variado, autonomía para vestirse solo, los miedos (a la piscina y a los perros es muy común) son otros conflictos comunes. Y más adelante los padres se enfrentan a la necesidad de que les respeten y obedezcan, que sean capaces de responsabilizarse, de no pelearse constantemente con sus hermanos. Luego, llega otra época complicada como es la de la ansiedad ante los exámenes, las competiciones, y el hecho de hacer los deberes y ser capaces de estudiar solos o colaborar en casa.

3. Hacerles los deberes se ha convertido en un trabajo más. Incluso hay padres que piden que los quiten ¿qué hacer ante esta situación?

El sistema escolar en la mayoría de los casos implica hacer deberes, estudiar, hacer trabajos, exposiciones en clase... Los padres preocupados por la educación de sus hijos y entendiendo que han de realizar todas esas tareas, les ayudan desde el primer día. Lo cual inicialmente está bien, porque los niños han de aprender a anotar en la agenda, organizar su material, planificar cuando han de hacer las cosas, aprender a estudiar.... Pero esa ayuda si se alarga en el tiempo se convierte en una ayuda que no ayuda sino que invalida. Da un mensaje entre líneas que el niño lee perfectamente: "Mis padres me ayudan porque saben que yo sólo no puedo", y crecen creyendo que son incapaces. Los padres han de confiar en sus hijos y dejarles que experimenten las consecuencias de no hacer sus tareas escolares. Será el mejor aprendizaje.

4. Usted cree que los padres de hoy no son como los de antes. ¿Son más infantiles los padres, cuáles son sus defectos?

Infantiles no, diría que todo lo contrario. Los padres de hoy en día se han profesionalizado en el rol de padres. La paternidad es un proyecto de vida. Se preparan, se informan antes de nacer los hijos y durante su crianza (cursos preparto, acompañamiento del embarazo, información sobre nutrición, pediatría, cuidados, pedagogía...). Generaciones atrás los padres tenían 5, 6, 7 hijos. La familia era diferente, la estructura, la jerarquía; las madres no trabajaban fuera de casa, y los objetivos eran diferentes: darles de comer y que en cuanto puedan trabajen para ayudar a la familia.

5. Y eso ahora es impensable

Ahora las familias tienen 1 o 2 hijos, y los padres se dedican a darle todo a sus hijos que no les falte de nada, que estén bien formados, que hagan deporte, cuidan su salud, hacen actividades y procuran su felicidad. La idea es buena, pero la manera en la que se lleva a cabo no. Porque es una forma de educar, por un lado, hiperpermisivo, en el que los niños crecen creyendo que tienen todos los derechos, ningún límite, ni tolerancia a la frustración y, por otro lado, hiperprotector, en el que se les protege y ayuda en exceso, de manera que ellos creen que no son capaces de hacer las cosas solos y les dan miedo todos los cambios y dificultades normales de su vida.

6. Por qué crees que los padres quieren ser amigos de sus hijos y no padres

Porque los padres, con buen criterio, huyen de un modelo de familia autoritaria, pero se pasan al otro extremo y tienden a ser demasiado permisivos. El antiguo rol de padres dictatoriales del "ordeno y mando" se ha convertido en rol de padres amigos. Y ninguno de los dos funciona. Los padres pueden tener un excelente vínculo con el hijo (apego, empatía, complicidad, respeto mutuo, confianza...), pero también han de ser las guías, marcando el camino y por lo tanto los límites. Los amigos no pueden hacer eso. La amistad es un vínculo diferente desde la igualdad. Si los padres hacen de amigos los hijos se quedan huérfanos.

7. Usted recomienda hablar con los hijos a un metro de distancia y mirándole fijamente a los ojos. A veces las formas son tan importantes como lo que se dice.

La actitud es fundamental. La misma frase en un tono u otro, chillando o no tiene un efecto diferente. No hace falta chillar para que las cosas funcionen. De hecho es contraproducente. Hay momentos en los que tan sólo una mirada firme debería ser suficiente para que los hijos cambien de comportamiento. Pero muchos padres de hoy en día intentando que los niños obedezcan, explican sus argumentos de por qué hay que hacer las cosas (por ejemplo: por qué han de lavarse los dientes y qué es una caries) y dicen una y otra vez las cosas (lávate los dientes, ves a lavarte los dientes…), y como no les hacen caso, acaban chillando. Y los niños por miedo lo hacen, y eso es justo lo que no querían. Los niños leen entre líneas: “me dicen que lo haga a la primera, pero luego me lo dicen 20 veces y al final me chillan, y ahí es cuando ya lo tengo que

hacer”.

8. Parece que los padres han confundido tener autoridad con ser autoritarios

Exacto, este es un problema grave. Se asocia tener autoridad con un tipo de relación dictatorial. Hay que entender bien el concepto de padres, ya que tenemos una responsabilidad sobre nuestros hijos, esto hace que la relación no sea de igualdad. Nosotros les educamos, alimentamos, cuidamos, damos valores… y por lo tanto, hay una jerarquía en la relación. Los padres estamos un punto por encima, somos los adultos que les guían, cuidan y aman. Hemos de entender la autoridad no como autoritarismo, sino como el rol

necesario para que el vínculo con los hijos funcione, no desde el miedo, sino desde el amor y el respeto mutuo.

9. Yo aún recuerdo cuando mi padre me mirada, no hacía falta más y no por miedo, pero sabía que eso era la línea roja. Eso se ha perdido

La mirada es una importante expresión para la correcta actitud de ese rol de autoridad bien entendida. Esa mirada de tu padre conseguía que dejaras de hacer aquello que no estaba bien en ese momento. Esa mirada es una forma de poner el límite sin gritos, sin castigos, sin malos modos. Una actitud que con la mínima expresión consigue el máximo.

10. Qué claves hay que dar a los padres que temen tanto que sus hijos sufran que acaban convirtiéndoles en tiranos

Los padres que para que su hijo no se frustre y no sufra le dicen que sí a todo, le impiden que aprenda a tolerar la frustración. Crecerá creyendo que tiene derecho a todo y ese es el camino directo que facilita que un niño se convierta en un tirano. Si nunca le han dicho que no y está acostumbrado a hacer lo que

quiere sus caprichos iniciales se convierten en exigencias y luego en imposiciones. Crece sin saber tolerar la frustración. Todo es que sí y el día que alguien pretende ponerle un límite y decirle que no a algo, estalla en cólera y ejerce lo que él considera su poder legítimo de imponer su deseo. El tirano puede utilizar la violencia verbal o física para conseguir su propósito. Son niños que no respetan a nadie, ni a sus padres. Cada vez son más los padres que denuncian a un hijo por maltrato.

11. Qué parte de culpa, por no pasar tanto tiempo con ellos, influye en la educación hoy

Esta generación de padres se caracteriza por estar muy preocupada y dedicada al proyecto de la paternidad. Por eso hablo de “profesionalización” del rol de padres. Por lo que no poder pasar tiempo produce culpabilidad. El concepto culpa no me encaja, prefiero hablar de responsabilidad. Y creo que el tema es complejo y no podemos centrarnos sólo en la conciliación familiar. Pasar más tiempo con los hijos está bien, pero si ese tiempo es de calidad, si estamos educando, jugando e interactuando con ellos. Más tiempo no siempre es mejor. La conciliación familiar es un concepto buenísimo pero, en general, no es una

realidad. Por lo tanto, es un condicionante importante, que en muchos casos, puede producir culpabilidad y como consecuencia una actitud laxa con los hijos porque “para un ratito que estoy con ellos, no les voy a poner límites ahora y tener un conflicto”. Y esto sí que es un problema.

12. Usted apuesta por la complicidad de la pareja a la hora de los roles....Cómo se debe actuar.

Los padres han de ser un equipo siempre. Óptimamente, incluso cuando están separados. Ambos miembros de la pareja pueden tener conceptos de educación diferentes y formas diversas de actuar, pero es imprescindible ponerse de acuerdo. El poli bueno y el poli malo no educa. Desequilibra tanto a los niños como a la pareja que acaba discutiendo y culpabilizándose mutuamente. Es importante el respeto entre la pareja y no descalificarse ni criticarse delante de los hijos. También ponerse de acuerdo en todo lo que tiene que ver con los hijos (alimentación, salud, ocio, alimentación, hábitos…) y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace (utilización del móvil).

13. El tema de los móviles es un dolor de cabeza con esa frase de "todos los demás los tienen, no quiero que mi hijo sea menos"

Es uno de los múltiples ejemplos del efecto de la presión social en la educación. Los padres han de tener su propio criterio en lo que concierne a la educación y crianza y ser coherentes con ellos. Esta generación de padres que se informa y forma en cómo hacer muy bien su función de padres, tiene tanta información

que es fácil entrar en contradicción entre el valor que se quiere inculcar y lo que se hace finalmente.

Si a esto hay que sumarle la dificultad para poner límites y decir que no, y que los niños crecen pensando que tienen derecho a todo. Además, el niño acostumbrado a que sus padres le argumenten todo, hará lo mismo. Pero pensemos qué hay detrás de su argumento: “si yo no lo tengo seré un bicho raro y sufriré”, “si los demás padres les parece bien, tú eres un bicho raro y por lo tanto, te criticarán por ser diferente”. Los padres pueden sucumbir a sus propios valores para que el hijo “no sufra” y no sentirse malos padres, porque es lo último que desean. Nunca es tarde para ser coherentes y poner límites, así que hagámoslo.

14. Hasta qué edad es mejor que no tengan móvil

En el capítulo sobre “Las pantallas” de mi libro “¿Cuántas veces te lo tengo que decir?” argumento que el móvil puede ser una herramienta útil a partir de los 12 años siempre y cuando se gestione bien, y que para ello los padres han de establecer cómo y cuándo se utilizará el móvil. El móvil significa acceso a internet con todas sus ventajas e inconvenientes, los padres hemos de enseñarles a utilizar esta herramienta, tanto por sus contenidos que han de ser adecuados a la edad, como por el componente adictivo de su utilización. El control parental inicial es imprescindible, para paulatinamente ir confiando en que han aprendido a utilizar esta herramienta y por lo tanto, controlar menos con el tiempo.

15. ¿Hay que dejar que los niños lloren?

Hay que dejar que las personas lloren y los niños también. Cuando decimos la frase “No llores” a alguien de la edad que sea, en general, es por nuestra incapacidad para sostener el sufrimiento de alguien que queremos. Pero, no valoramos que llorar es una excelente forma de desahogo y exteriorización de emociones que tenemos los humanos. Cuando necesitamos llorar y lo hacemos, después estamos mejor. A los niños hay que permitirles y acompañarles en su llanto. “Veo que estás triste y necesitas llorar, te irá bien llorar”.

16. Usted apuesta entonces por la indiferencia

No, la indiferencia es la falta de atracción y rechazo, y esa emoción en el entorno familiar es muy negativa. Yo hablo de no reforzar comportamientos que no queremos de nuestros hijos prestando atención excesiva o

interviniendo cuando no deberíamos. Si no queremos que los hermanos discutan y vamos a poner paz continuamente, les impedimos resolver sus diferencias y conflictos. Si les decimos que confiamos en que serán capaces de ponerse de acuerdo y nos vamos “observando sin intervenir”, les daremos la oportunidad de negociar, y avanzar en sus disputas, observaremos desde la distancia y discretamente que no haya agresiones físicas pero no intervendremos para intentar poner paz porque lo único que conseguiríamos es

que se enfadaran más entre ello porque sentirían que la acción de los padres ha sido injusta. Esto en absoluto es indiferencia, todo lo contrario, observar sin intervenir es una estrategia eficaz que nos ayuda a conseguir algo que nos importa mucho: la educación de los hijos y los vínculos familiares.

17. ¿Y el cachete?

El cachete es una agresión física. Estoy absolutamente en contra. No educa. Es la reacción de la impotencia y del que no tiene otros recursos realmente educativos.

18. ¿Es más complicado educar a un hijo único?

Podríamos pensar que los hijos únicos son más mimados y consentidos. En general, si toda la atención se dirige a un hijo es más fácil caer en la tentación de consentirlo y protegerlo en exceso. Pero la hiperprotección y el permisismo son la tónica general de las familias hoy en día con lo cual ya no es patrimonio exclusivo de los hijos únicos. Una familia con un hijo único si tiene claro que ha de educar en la autonomía personal y los valores. Evitará la sobreprotección y pondrá límites saludables a su hijo.

19. Y en los que no son únicos aparece otro conflicto ¿Cómo solventar la envidia de los hermanos?

Los padres quieren que sus hijos se lleven bien y sean amigos, pero la convivencia, las diferentes edades y personalidades hacen que afloren conflictos. Estos conflictos los han de resolver los niños entre sí. Si uno de ellos sistemáticamente pide auxilio y acudimos a poner paz, lo más probable es que potenciemos una personalidad victimista que le impedirá aprender a negociar, defenderse, persuadir. El problema no es el hecho de que haya conflictos, el problema es no aprender a resolver conflictos. Hay que cambiar la percepción de la escena en la que los hermanos se pelean, como lo que realmente es: su oportunidad de conocerse, y aprender a resolver conflictos, que asegurará una buena relación para toda la vida.

Hemos de confiar en ellos. Lo conseguirán y se lo hemos de decir sin intervenir: “Estoy seguro que resolveréis esto entre vosotros, ¡ánimo!” y felicitarles cuando lo hayan logrado.