Se manifestaban para defender a la víctima de la Manada en Pozoblanco, esa chica que vio cómo entraba en un coche mareaba, casi inconsciente, y acababa manoseada, tratada como un objeto y grabada en vídeo para sorna generalizada. No denunció de inmediato porque la vergüenza pudo más. Pero su Manada era la misma que la de Pamplona, y a ella también la pidieron felaciones y la golpearon cuando dijo no, echándola de un coche, como un perro.
La madre de la joven ha roto silencio con una carta que se leyó en la manifestación en favor de su hija. Una carta que acongoja. La joven, que pensó seriamente en el suicidio, según la acusación particular, deberá declarar hoy en el juicio aunque lo hará entre extremas medidas de seguridad para que no vea a sus agresores y para que nadie conozca su identidad. Nadie quiere que la joven se vea marcada de por vida.
Mientras, el abogado de la Manada intenta que el vídeo, que deja a sus defensores en situación insostenible, no sea considerado prueba por la forma en la que fue obtenido. Lo tiene difícil. Pero volvamos a una madre, que arropada de otras mujeres saca fuerzas de flaqueza para dar ánimos a su hija en el momento más dura de su vida, en ese que tiene que recordar su mayor tormento.
Y la madre, entre la muchedumbre que se sentía como una con su hija, se hizo presente en una carta en la que defendió la fortaleza de su hija para seguir adelante: "Sigues viviendo y soportando una travesía que no esperabas y a veces, las palabras son largas y complicadas. Mientras otras callan, tú transformas tus miedos para que otros expresen lo que muchos quieren silenciar". Y la ha dejado claro que pese a los malos momentos y terribles recuerdos ella estará allí siempre: "Te han tocado manos de lobos, pero estas manos (las de su madre) van a rodearte siempre".
No se olvida la madre en la carta de una sociedad que exige mucho y acompaña en el primer momento poco. "Dicen que seas valiente, valiente porque estas venciendo miedos, incomprensión, miradas morbosas, corrillos de comentarios, los chistes oportunos, la incredulidad sonrojante y el zarpazo inesperado por las traiciones recelosas, por los que te han cosificado y te han desnudado sin compasión, hoy, mañana, siempre, estas manos, mis manos, van a rodearte, confía en ellas", dice la madre. El tiempo de los traficantes de sueños va a acabar, por ti. Estas manos te acarician, no raspan. Estas manos son las palabras de las que callan sus miedos, las que silencian su soledad por sentirse agredidas, cosificadas, maltratadas. El silencio rompe, nos hace vulnerables".
Una madre que critica a los que no creyeron nunca a su hija. "Las miradas te han hecho daño, tanto como las indiferencias, porque te creyeron, porque no te creyeron. Y te creíste porque las palabras que no se expresan hieren, los silencios te condenan a la incertidumbre". Una madre que una carta ha roto su silencio y ha volcado todo su dolor.