Nos guste o no, las leyes regulan nuestras vidas hasta el más mínimo detalle, y analizar de cerca su contenido es una buena forma de comprender lo diferentes que somos los habitantes de este Planeta y lo distintas que pueden llegar a ser nuestras formas de vivir. Tanta diferencia deja clara una cosa: no existe un sentido de la justicia único, ni las leyes tienen por qué ser necesariamente lógicas o justas. Prueba de ello es la existencia de normas que, bajo nuestra lupa cultural, pueden resultar extremadamente curiosas, bien por anacrónicas, bien por revelar importantes diferencias en cuanto a la forma de entender nuestra convivencia como sociedad. Si necesitas pruebas, toma nota de estos ejemplos de las leyes más curiosas del mundo.
Está claro que en España no se nos ocurriría jamás aprobar una ley que obligara a todos los ciudadanos a salir de casa con un arma de fuego, pero también es cierto que en nuestro país (al menos de momento) no corremos el riesgo de que nos coma un oso polar mientras paseamos. Sin embargo, la probabilidad de ser atacados por uno de estos animales es relativamente alta en la isla de Longyearbyen (Noruega) y por eso existe una norma que insta a sus habitantes a salir a la calle preparados para esta eventualidad.
No es la única norma extraña que encontramos en esta isla: también está prohibido morir en ella, por lo que sus habitantes, al enfermar gravemente, son trasladados a otros lugares para fallecer en ellos y ser enterrados allí. Esta norma toma sentido si tenemos en cuenta que, dadas las muy bajas temperaturas de esta zona geográfica (es el lugar más cercano al Polo Norte y registra temperaturas que llegan en invierno hasta los -30º C), los cuerpos que son enterrados se descomponen muy lentamente, porque se congelan.
Aunque pueda parecer más una ventaja que un problema, si tenemos en cuenta la cantidad de depredadores que existen en la zona y su olfato a la hora de detectar alimento, no parece buena idea ponerles en bandeja la posibilidad de rastrear a estas presas y poner en peligro a la población. Además, no hay que olvidar que un virus congelado puede sobrevivir durante largo tiempo: por eso tampoco es buena idea conservarlos bajo el hielo y arriesgarse a la posibilidad de que se liberen en el futuro.
El caso de Longyearbyen es sin duda uno de los más curiosos del mundo, si bien sus normas, en un contexto completamente distinto al nuestro, tienen sentido. Más curioso puede parecernos que, por ejemplo, en Roma exista una ordenanza que prohíbe comerse un bocadillo o beberse un refresco en las calles del casco antiguo de la ciudad. El objetivo es evitar la acumulación de basura, y existen multas por dejar residuos en cualquier lugar público que no sea una papelera.
Otro caso curioso es la prohibición de masticar chicle que existe en Singapur. El objetivo es el mismo que en el caso anterior: mantener las calles limpias. Y es que todos sabemos que un chicle pegado en la acera de una vía pública puede permanecer décadas en él. De hecho, en este país está prohibido no solo el consumo de chicle, sino su importación, fabricación y venta. Saltarse esa norma para vender chicle puede llevarte a la cárcel, y consumirlo supone importantes multas.
En el caso de Suiza, su población es tan civilizada que está prohibido tirar de la cadena a partir de las 10 de la noche y, si eres hombre, debes saber que tampoco puedes orinar de pie a partir de esa hora. Todo sea por favorecer el descanso y eliminar todo rastro de ruido.