Un hombre de 31 años que reside en un barrio de Málaga lleva casi una década sin salir de su habitación. El verano pasado, cuenta su madre, sí tuvo que salir a la calle, pero de manera forzada puesto que "tenía los dedos hinchados y pus". "Quiso que el podólogo fuera a la casa pero no atendía en ellas", explica la mujer.
Salvo situaciones excepcionales como esa, el protagonista de esta historia pasa las horas en su cuarto, en pijama, clavado a la pantalla, con videojuegos, series y películas, y sólo sale para ducharse y comer. "Almuerza conmigo cuando no está jugando y lo mismo se levanta a las 10:00 que a las 15:00, según le haya ido el juego", narra su desesperada progenitora, quien reclama que diagnostiquen a su hijo de agorafobia y que reciba la correspondiente medicación. A sus 58 años, ella confiesa que "no puedo más, estoy muerta por dentro".
La señora, según apunta La Opinión de Málaga, lleva muchos años desempleada y sólo cobra una pensión de viudedad de 560 euros, tras fallecer su marido en enero de 2020, un albañil en paro con Alzheimer desde los 45 años y que en los últimos tiempos manifestó un comportamiento agresivo a causa de la enfermedad.
De esos 560 euros con los que viven madre e hijo, detalla que ahora mismo paga 90 euros de luz por el consumo constante que hay en la casa: "Tengo que hacer comida para cuatro días y por la noche no cenamos caliente".
No obstante, la situación de su hijo no fue siempre así. El joven, de casi 1,90 metros de estatura, bien parecido y afable, era un excelente estudiante que nunca suspendía. En la Universidad de Málaga, donde estudiaba Administración de Empresas, llegó a sacar matrículas de honor, al tiempo que trabajaba para ganarse un dinero. Pero llegaron los primeros suspensos, las cosas empeoraron y "decidió dejar de estudiar".
El detonante para poner fin a las relaciones sociales se produjo por una lesión de rodilla: "El médico le mandó un mes de reposo y ahí se acabó". El joven se encerró en su habitación y hasta convenció a su padre, ya con Alzheimer, para que le pusiera una cerradura a la puerta. A partir de entonces, ni sus amigos ni su hermana, que vive independizada, lograron sacarlo. Es más, "ni contestaba a sus mensajes de WhatsApp", añade su madre.
Dado su comportamiento, aunque la mujer tiene las tres dosis de la vacuna contra el covid, el hijo no tiene ninguna: "No se vacuna por miedo a salir. Ahora tiene miedo de que yo traiga el covid".
Hasta en dos ocasiones, la madre ha acudido a los juzgados a pedir una revisión psiquiátrica para su hijo. Las dos veces, Antonio se mostró afable con los policías que le condujeron al Clínico pero salió con un diagnóstico que a su madre todavía le indigna escuchar: "Que él es así porque la da la gana".
El temor de la señora es qué pasará con su hijo si ella falta. Un médico le dio una vez una respuesta inquietante: "Me dijo que no me preocupara, que entonces se ocuparían de él. ¿Es que entonces me tengo que morir?", se pregunta.