La situación derivada de la pandemia ha empeorado las patologías mentales existentes. Los psicólogos alertan del peligro de desarrollar agorafobia durante la crisis sanitaria, pese a no haber registrado un incremento de casos. Las restricciones y las cuarentenas pueden afectar, pero hay más miedos y aquí contaremos algunos de los casos reales: miedo a salir de la habitación, a ir al cine, a encontrarse en sitios que no tengan baño, miedo a marearse si se sale... Son realidades muy duras para quien las sufre y no siempre reciben la empatía necesaria.
La pandemia puede hacer que las personas se aferren a esta realidad, que se sientan uno más en esta situación, pero la realidad seguirá ahí cuando el coronavirus pase y serán más los que padezcan enfermedades mentales o psicológicas. Los expertos ya alertan que esta puede ser una de las consecuencias del coronavirus.
Los ataques de pánico, también llamados crisis de ansiedad, aparecen cuando la persona tiene mucho miedo y de forma repentina: aparece un malestar muy intenso, durante un tiempo limitado, que se caracteriza por presentar diferentes síntomas de activación del sistema nervioso simpático (palpitaciones , sensación de irrealidad , visión borrosa, sensación de ahogo…).
En ese momento la persona puede incluso tener miedo a morir creyendo que está sufriendo un ataque al corazón. Puede sentir miedo a desmayarse, a morir ahogado o a perder el control. Realmente, tan solo es una crisis de ansiedad, pero las sensaciones son tan intensas que hacen que la persona se asuste mucho.
Cuando hablamos de agorafobia es el miedo a enfrentarse a una situación que lo hace sentir vulnerable e indefenso y de la cual no puede escapar. La agorafobia puede darse sin ataques de pánico, pero normalmente una tercera parte de las personas que la sufren es porque tienen estos ataques.
Cecilia Martín Sánchez y Marina García Fuentes, directoras del Instituto de Psicología Psicode, con sedes en Madrid, Alicante y Valladolid, explican en Informativos Telecinco algunas de las claves sobre los síntomas de la agorafobia y cómo podemos evitar padecer el trastorno.
¿A quién afecta más esta enfermedad? Es un trastorno más frecuente en mujeres que en hombres. Las mujeres tienen el doble de probabilidad de tener agorafobia. Pueden aparecer casos en la infancia, pero donde más prevalencia hay es al final de la adolescencia y principios de la vida adulta. En mayores de 65 años la prevalencia es baja, aclaran las psicólogas.
Tanto Cecilia como Marina han encontrado en un caso la explicación más evidente de lo que sienten los enfermos que sufren agorafobia. Siempre recuerdan a una paciente que describió el motivo de consulta como: "Me siento como si estuviera enterrada viva, no puedo salir de mi, de mis sensaciones, de mi miedo. Tengo miedo al miedo". Son palabras muy subjetivas, pero reflejan lo que es la agorafobia. "Dentro de los problemas psicológicos, encontramos muchos con características de ansiedad y miedo. Pero cuando estas sensaciones se acompañan de comportamientos para escapar de las situaciones y evitar salir a espacios abiertos, es cuando hablamos de agorafobia", señalan las expertas.
En el ámbito de la salud mental, es más frecuente hablar de trastornos que de enfermedad. Un trastorno mental suele ser entendido como un cambio desadaptativo que afecta a los procesos mentales. El miedo es el principal síntoma característico de la agorafobia.
A consecuencia de ello aparecen los comportamientos de evitación. La persona evita muchas situaciones porque teme no poder escapar y sentir ansiedad. Este miedo debe darse en al menos dos situaciones para que pueda diagnosticarse el trastorno: transporte público, espacios abiertos, sitios cerrados, estar con mucha gente o estar fuera de casa solo.
La ansiedad se manifiesta con diferentes sensaciones corporales, en función de cada persona, aunque hay sensaciones comunes como son: taquicardias, palpitaciones, temblores, sensación de mareo, escalofríos, hormigueos y muchísimo miedo a perder el control, desmayarse, miedo a volverse loco o miedo a morir.
Además, el miedo no solo aparece cuando están en la situación propiamente dicha, sino que también puede darse estando en casa, con solo pensar que deben ir. No todas las personas sienten los síntomas de ansiedad con la misma intensidad. Depende de la gravedad del problema y de las posibilidades que tenga de poder escapar o de pedir ayuda, aclaran las especialistas.
El aislamiento social es la mayor secuela, unido a limitación que siente la persona para vivir con normalidad. La persona se queda totalmente confinada en casa y depende de los demás para ayudarle en sus necesidades básicas. Hace la compra online para no tener que salir y necesita a alguien para hacer ciertas gestiones. Es muy frecuente que aparezcan cuadros depresivos o adicciones, como abuso de alcohol , medicación... Y las relaciones familiares se ven muy afectadas por este trastorno.
Hay algunas claves para identificar a una persona que sufre agorafobia. Podemos decir que la persona que la sufre necesita tener la certeza absoluta de saber que puede escapar de las situaciones cuando lo necesite. Si no es así, esta preferirá quedarse en su lugar seguro o zona de confort, que la mayoría de las veces es su propia casa o estando acompañada por alguien que le aporte esa seguridad que busca continuamente.
Otro elemento característico es el miedo al miedo, según explican Cecilia Martín Sánchez y Marina García Fuentes. El miedo es una emoción adaptativa y cumple una función muy importante para la supervivencia de la especie: el miedo nos protege de peligros reales y nos impulsa a alejarnos de ellos. Sin embargo, en la mente de una persona con agorafobia, el miedo aparece en situaciones cotidianas donde realmente no hay un peligro real. De repente salta la alarma del pánico y la persona entra en crisis.
"Este problema psicológico produce un miedo muy intenso, sobre todo cuando están en “tierra de nadie”, es decir, en situaciones donde no tienen el control de poder escapar. Por ejemplo, cuando tienen que usar el transporte público y no pueden bajar justo en el momento que ellos quieren. O conduciendo, a pesar de que todos pensamos que pueden parar el coche en cualquier momento. No es así, ellos piensan que pueden encontrarse con un túnel y no podrán salir a su antojo, o bien se encontrarán un atasco. La persona con agorafobia suele imaginar la peor opción. Aparece miedo a los espacios abiertos como son los centros comerciales, o todo lo contrario, ir a un lugar cerrado como el cine", destacan las psicólogas.
Así es el caso de Marta, una paciente del Instituto Psicode: a pesar de que desde pequeña sus padres la llevaban al teatro y para ella era como una segunda casa, cuando desarrolló la agorafobia, era incapaz de ir. Sabía que si empezaba a encontrarse nerviosa tendría que atravesar toda la fila de butacas hasta encontrar la salida. Únicamente accedía a ir si le aseguraban un asiento justo al lado de la puerta de salida. Tampoco era capaz de ir a la peluquería o al dentista, pues son situaciones donde ella percibía que no tenía la facilidad de escapar en cualquier momento, o bien tendría que explicar que se encuentra mal y para ella era algo humillante.
Es importante diferenciar un trastorno de agorafobia de presentar tan solo unos síntomas. Como ejemplo, el caso de Ricardo: no se siente muy cómodo cuando sale a tomar algo con amigos. Alguna vez, estando en una terraza, se empezaba a poner nervioso, a sentir que se le aceleraba su corazón y le costaba seguir la conversación porque pensaba que se le está notando. Ha pasado por un problema laboral siente más ansiedad. Le preocupa estar con los amigos, que estos se den cuenta y no poder encontrar una excusa para marcharse.
Esto no aparece todos los días ni en todas las situaciones sociales, depende mucho de cómo se encuentre ese día. “Lo que más me agobia es estar tomando algo, sentir la necesidad de querer irme y no poder“. Sabe que no puede dejar que esto le supere y por ello se obliga a ir muchas veces, sin ganas. No quiere que esto se convierta en un trastorno. Ricardo se pone pequeños retos y, aunque no le apetezca, se esfuerza en relacionarse.
"En este caso no podríamos hablar un trastorno de agorafobia como tal, ya que para que se considere un trastorno de agorafobia la persona tiene que sentir ansiedad, miedo y realizar evitaciones de forma continua. Este patrón tiene que darse por lo menos durante 6 meses y producir a la persona un deterioro significativo en diferentes áreas de su vida (personal, laboral, académica, familiar, social, pareja...)", aclaran las psicólogas.
Cecilia y Marina usan mucho una frase en la terapia: la evitación mantiene el pánico. Cuantas más situaciones evita, el miedo es mayor. Si inicialmente solo daba miedo acudir a una situación concreta, con el paso del tiempo ese miedo se va generalizando a muchas otras situaciones nuevas. Los problemas de ansiedad, si no se tratan, con el tiempo suelen ir a más porque con el tiempo van evitando más situaciones.
Por otro lado, la mayoría de las veces, cuando los afectados cuentan su problema a los demás se sienten incomprendidos. No empatizan con en el sufrimiento que están teniendo estas personas. Solo conseguirán superar el problema sin terapia cuando la persona, por mostrar valentía y por sus deseos de mejorar se “obliga” a salir y a enfrentarse a sus miedos.
Si además el trastorno es reciente, cuenta con estrategias para superarlo, es capaz de cuestionar sus pensamientos irracionales y no teme a la ansiedad, el pronóstico de mejoría es muy bueno. Sin embargo, por desgracia, las expertas reconocen que se suelen encontrar con lo contrario. "Como no están preparados para enfrentarse a salir a la calle (sus creencias limitantes son muy potentes ) se acentúan más las sensaciones de miedo y de ansiedad".
El acto de valentía, sin tener las herramientas para afrontarlo, al final se convierte en un fracaso frustrado, con el agravante de que se instala un recuerdo negativo mucho más potente de miedo intenso asociado a salir fuera de casa. Lo ha intentado y no lo ha conseguido. Aparece la frustración, la baja autoestima, mayor sensación de incompetencia y mucho más miedo. Por ello, para evitar que pase esto, se tiene que tomar conciencia que de al igual que si tienes un hueso roto vas al médico, si te sientes mal psicológicamente, tienes que acudir a un psicólogo.
El psicólogo (el tratamiento cognitivo-conductual está indicado) te ayudará a entender cómo se está manteniendo tu problema y cuáles son las creencias que hacen que tengas este miedo irracional. Te enseñará a cambiarlas y a perder el miedo a las sensaciones. De forma paulatina y gradual te creará un programa de exposición para superar las situaciones que temes y poco a poco lo superarás.
Las expertas recuerdan un caso con mucho cariño. Fue el de María, una mujer inteligente, fuerte y con agorafobia durante unos 18 años. Apenas salía de casa y viajar para ella era un sueño inalcanzable. Actualmente en el Instituto Psicode de Madrid tenemos una foto de ella en Nueva York, señalando la estatua de la Libertad. Esto es una prueba de que se supera y una dosis de esperanza para aquellas personas que creen que están condenadas a vivir confinadas infinitamente.
Los lugares a los que se puede tener miedo, explican las psicólogas, pueden ser muy diversos y van a variar en función de las sensaciones físicas y las creencias limitantes que tienen la persona. Por ejemplo, "nos encontramos el caso de Carlos: cuando sentía miedo, la ansiedad le afectaba sobre todo al aparato digestivo. Su sistema nervioso simpático respondía con la necesidad imperiosa de ir al baño. Carlos temía que si no encontraba un baño rápidamente se podría hacer sus necesidades encima", recuerdan las expertas
"Si acudía a un lugar donde sabía que había baño no sentía miedo, lo tenía todo controlado. Eso sí, invertía mucho tiempo en buscar la trayectoria perfecta que tuviera cada 20 metros una cafetería y restaurantes abiertos, donde poder evacuar si lo necesitase. Obviamente en este caso, viajar en trasporte público era inviable, excepto e trenes y autobuses de larga distancia que disponían de inodoro dentro", explican. A Carlos la nueva realidad no le genera ningún tipo de miedo, pues en la casa de la anfitriona hay baños", detallan las expertas.
Sin embargo, en otro caso, Arantxa lo que teme es perder el control. Cuando siente esta sensación lo único que le calma es tener la certeza absoluta de que puede volver a su “lugar seguro”: su habitación. El otro día nos comentó, dicen las expertas, que" con la situación de pandemia, muchas situaciones que ya tenía superadas, como visitar a una amiga a su casa, ahora con el toque de queda ha retrocedido y vuelve a sentir mucha ansiedad".
Antes de la pandemia, esta situación de ir a casa de su amiga no le generaba miedo, pues podía salir cuando quisiese de la casa y no había un horario fijo. Ahora, "a pesar de estar en la misma casa, con la misma amiga, pero no tener el control de salir cuando ella quiere, hace que evite la situación y se intensifique el miedo".
La pandemia nos ha obligado a quedarnos en casa, acompañados de nuestros familiares, y esa es la situación más cómoda para una persona con agorafobia en algunas aspectos, paradójicamente. Los sentimientos de culpa disminuyen porque se dan cuenta que toda la población se confina y “no son los raros. Ahora tienen la excusa perfecta para no salir, que es el coronavirus.
Virginia es una chica de 35 años con agorafobia cuyo principal síntoma de ansiedad es la sensación de mareo. Tiene mucho miedo a desmayarse y hace un año sintió mucha sensación de mareo en un cruce entre dos grandes calles de Madrid. “Sentí que me desmayaba en medio de la avenida, con los coches allí que iban a pasar de un momento a otro. Me sentí paralizada y no podía andar. Una señora que pasaba me agarró del brazo y me acompañó a la acera”.
Justo después de esto llegó la pandemia, desde entonces no sale de casa y casi todo puede hacerlo online. Eso sí, solo el pensar que algún día se acabará el teletrabajo y tendrá que volver a la oficina caminando por la calle le da pánico. La pandemia ha censurado situaciones sociales y ha cerrado espacios públicos que resultaban amenazantes para las personas con agorafobia. "Cuando todo esto pase, tememos que se incrementen los problemas psicológicos derivados del confinamiento" y las restricciones, concluyen las psicólogas.