Las personas que han superado el coronavirus pero que han estado ingresadas en el hospital mucho tiempo tienen que recuperarse de las secuelas. Hemos estado con una joven de Orense que por fin ha recibido el alta pero que ahora comienza una nueva etapa, la de la rehabilitación.
Lo primero que ha hecho Laura al llegar a casa ha sido fundirse en un abrazo con su madre. Demasiadas ganas de verse y demasiada emoción en este reencuentro que se repite cuando ve a su prometido. Tanto sentimiento que parecen haber olvidado el riesgo de estos abrazos en tiempos del coronavirus. Para llegar hasta aquí Laura tenido que luchar mucho desde su ingreso a finales de marzo o estado en planta con largas sesiones de rehabilitación, para recuperar la movilidad perdida después de tanto tiempo en cama.
Ha regresado a casa después de 48 días ingresada, 21 de ellos en la UCI con una neumonía bilateral. “Estuve 17 días dormida y con un tubo en la garganta. Estoy viva de milagro”, comentaba a NIUS hace unos días. Porque a sus 33 años el virus la puso contra las cuerdas. Su vida pendió de un hilo. Pero ahora, esos familiares que temieron no volver a verla han podido reencontrarse con ella. “Acabamos todos llorando”, asegura Laura.
Antes se había despedido de ella el equipo médico que la atendió en el Complejo Hospitalario de Ourense. “Creo que empatizaron conmigo por mi edad y porque les chocó la enorme carga vírica con la que llegué”, explica Laura. A algunos les costó reprimir las lágrimas viendo cómo salía en silla de ruedas de la habitación. “Eres nuestra heroína”, le decían en un cartel firmado por todos los sanitarios de la planta sexta sur. “Voy a enmarcarlo en mi casa. No tengo palabras para agradecer todo lo que habéis hecho por mí”, les contestaba ella.
Una ambulancia estaba a punto de trasladarla a la localidad de O Barco de Valdeorras. A llevarla a su casa para reencontrarse, por fin, con los suyos.
Desde que este lunes la PCR arrojó que estaba libre del coronavirus, Laura solo pensaba en ver a su familia. En abrazarlos y besarlos. Lo que nunca se imaginó es que su regreso al barrio fuese tan apoteósico. Porque a su llegada no faltaba nadie. Ni sus padres, ni su pareja, ni sus mejores amigas. Tampoco sus vecinos, aplaudiendo desde el balcón. Incluso habían acudido a recibirla los efectivos de Protección Civil.
Ellos fueron los que hicieron sonar la canción 'I will survive” de Gloria Gaynor cuando Laura abrió la puerta de la ambulancia. Su primer abrazo fue para su madre, Marisol, a la que durante el trance más duro de su vida solo pudo ver a través de videollamadas. El segundo para Jairo, su pareja y futuro marido, que la esperaba con un ramo de flores y con bastantes kilos menos. “Ha adelgazado por lo menos diez de la angustia que ha pasado”, comenta Laura.
Con su llegada a casa, atrás quedaba un mes y medio durísimo. “Hubo una tarde que me angustié pensando en cómo había podido coger este virus. Pensaba: ¿Por qué me tiene que ocurrir esto a mí? Me hacía muchas preguntas y no encontraba ninguna respuesta”, comenta Laura.
Pero también reconoce que de esta experiencia ha sacado cosas muy positivas. Una nueva forma de ver las cosas y afrontar los problemas. “La vida a veces nos recuerda, de repente, que tenemos que vivirla. Si algo saco en claro de todo esto es que no voy a posponer nada: ni un café, ni un paseo, ni una celebración con mis amigas y los míos. Si la salud me lo permite, voy a disfrutar de todo al máximo”, comenta.
Laura se casará, si nada lo impide, el 26 de septiembre. Pero antes, todavía le queda por delante un duro proceso de recuperación. “Me queda, por lo menos, un mes de rehabilitación. Durante los días que estuve encamada perdí mucha masa muscular y mucha fuerza”, explica. Porque el virus destroza. Pero, como dice Laura, también se le gana.