La lucha de Vox por aplicar el pin parental en el sistema educativo español es una pelea condenada a terminar de forma similar al enfrentamiento de Don Quijote con los molinos de viento. El debate en los despachos y parlamentos autonómicos olvida que nuestros hijos se informan mayoritariamente a través de Internet y, más específicamente mediante las redes sociales. Los llamados 'nativos digitales' poseen las herramientas y conocimientos suficientes para superar cualquier bloqueo tecnológico parental.
Creemos que están a salvo, pero lo cierto es que uno de cada 4 chicos consume porno antes de los 13 años y el primer acceso se adelanta a los ocho, según el estudio 'Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales' elaborado por la Red Jóvenes e Inclusión Social y la Universitat de Illes Baleares en base a casi 2.500 encuestas a jóvenes de entre 16 y 29 años.
"La edad media se está adelantando por el acceso a la tecnología móvil", ha explicado el coautor de la investigación Lluís Ballester. El doctor universitario ha precisado que la primera visualización de pornografía a los 8 años -tanto niños como niñas- se debe a que el 'nuevo porno' "se cuela en Internet".
Como la mayoría de los menores europeos, los jóvenes están completamente familiarizados con la Red y con el teléfono móvil y no perciben este uso masivo, intensivo y precoz de las nuevas herramientas tecnológicas como un "riesgo".
Para nuestros hijos "el riesgo que implica es mínimo y siempre puede ser controlado por el usuario", una percepción que está "más clara" en los niños y niñas mayores que en los más pequeños, según un estudio cualitativo de la Oficina de Estadística de la Comisión (Eurostat).
No hay nada más fácil para un 'nativo digital' que saltarse la valla parental construída por un 'inmigrante tecnológico', como se conoce a los padres y educadores que suelen mirar al mundo digital no como algo suyo sino como un mundo nuevo por explorar y al que no tienen más remedio que sumarse para no perder el tren que han cogido sus propios hijos.
Este abismo entre ambas generaciones hace que el 42 % de los adolescentes españoles admita que ha visitado páginas webs que sus padres desaprobarían mientras que un 33 % de estos piensa que lo harían.
También olvida el pin parental de Vox que los niños españoles que estudian educación Secundaria (entre 12 y 17 años) pasan una media de 1.058 horas y media al año conectados a Internet, cuatro horas y media más del tiempo que pasan en el colegio (1.054 horas).
El uso que nuestros hijos hacen de las redes les lleva a reconocer que en un 49 % ha visto vídeos que desaprobaríamos. Pero no es solo una cuestión de sexualidad explícita (un 25 % admite haber buscado intencionadamente contenido pornográfico en internet), también hay un 55 % que asegura haber ha pirateado música y un 5 % admite haber comprado alcohol o drogas a través de la Red. Son comportamientos que implican un riego para la formación de nuestros hijos tan peligrosos como descubrir que el 17 % de los adolescentes ha quedado con alguien que conoció en la Red.
La exposición masiva es otro de los riesgos más importantes para los menores en la era de Internet. Esto da lugar a que mucha gente tiene acceso a sus fotografías de perfil u otra información pública, pero también a que los propios adolescentes envíen contenido sexual en los chats privados: las prácticas de 'sexting', el envío de imágenes sexuales a otros, son una realidad.
Todo esto es posible porque casi la mitad de los jóvenes españoles reconoce haberse abierto su perfil en redes sociales antes de los 14 años, es decir, antes de la edad mínima permitida en la mayoría de las redes sociales y de la que establece la legislación española.
Los datos corresponden al estudio 'I Observatorio de la Generación Z a través del smartphone' que destaca el hecho de que un 46 por ciento de los jóvenes españoles encuestados aseguraron haber recibido contenido de tipo sexual en sus teléfonos móviles en los dos últimos años, cuando aún eran menores, y un 29 por ciento de los jóvenes de 18 años participaron en alguna ocasión en desafíos a través de las redes sociales antes de cumplir la mayoría de edad.
Los videojuegos son otra puerta por la que los niños y los jóvenes acceden a contenidos no sujetos al control parental. Muchos de ellos tienen un alto contenido violento o sexual y los expertos avisan de las implicaciones en su salud emocional, incrementando los sentimientos de ira y agresividad.
Su capacidad adictiva lleva a muchos menores a poner en riesgo el rendimiento académico al abandonar su tiempo de estudio para jugar, lo que se traduce, en bajas notas y sedentarismo, además de otros problemas de conducta.
Todos estos riesgos llevan décadas en el punto de mira de instituciones y empresas que quieren hacer de Internet un lugar seguro para los más vulnerables con el concurso de las operadoras o con formación en los centros escolares.
Los 'inmigrantes digitales' tienden a confiar en la seguridad de Internet pero la realidad es otra. Igual que nuestro país fue, en 2018, el tercero que más ciberataques recibió, las tabletas y móviles con las que se entretienen los menores también están llenos de agujeros de seguridad que las habilidades tecnológicas de los 'nativos digitales' son capaces de sortear a pesar de su corta edad.
Son muchos los padres que descubren cómo sus hijos son capaces de sortear los bloqueos de tiempo, contenido o aplicaciones. Recientemente se supo que Messenger Kids, la aplicación de mensajería de Facebook diseñada específicamente para usuarios menores de 13 años, con medidas reforzadas de seguridad y de control parental, tenía un "error técnico" en los grupos que permitía a los niños comunicarse con usuarios que no habían sido previamente aprobados por los padres.
Muchas veces, el método de aprendizaje es simple: prueba y error. Es el caso de los vídeos de Youtube bloqueados a través del pin parental pero que era burlado fácilmente mediante enlaces en mensajes de texto de Messenger, en Apple.
Junto a estas habilidades, la cultura colaborativa que está en la base de Internet también permite que los menores adquieran conocimientos a mucha mayor velocidad de la que somos capaces de aceptar. Los chats, grupos y aplicaciones son un verdadero patio de colegio colectivo en el que millones de niños y adolescentes aportan conocimientos y experiencias totalmente fuera del control parental.
La presión de Vox para implantar el pin parental no debe desviar la atención sobre el verdadero control que hay que aplicar sobre los contenidos a los que acceden los menores. La respuesta a este dilema la ofrecía en Madrid el consejero de Educación y Deporte de la Junta de Andalucía, Javier Imbroda, tras reunirse con la ministra Celaá. El político melillense reclamaba "sentido común" y se preguntaba en alusión directa a la formación liderada por Santiago Abascal: "¿Qué vamos a hacer? ¿Vetar también Internet, los móviles, las calles?".