La Policía Nacional cree que la explosión del edificio del arzobispado en la calle Toledo de Madrid, ocurrida el pasado 20 de enero, tuvo su origen en una fuga de gas en el exterior del inmueble debido a la rotura de una tubería por causas que aún no se han determinado.
La parroquia de la Virgen de la Paloma, anexa al centro sacerdotal, ha recopilado en las últimas semanas testimonios de testigos de lo sucedido y expertos en este tipo de hechos que confirmarían la hipótesis de un escape de gas de fuera del edificio como causa de la deflagración.
Si se confirma esta hipótesis, lo que la responsabilidad recaería en la empresa distribuidora del suministro gasístico, según ha publicado el diario 'El País' citando fuentes de la investigación.
Días después del suceso, ocurrido el 20 de enero, en el que murieron cuatro personas y varias más resultaron heridas, el responsable de la iglesia de la Paloma, Gabriel Benedicto, pidió la colaboración de los vecinos o viandantes que pudieran haber hecho fotos o vídeos durante los minutos inmediatamente posteriores a la explosión para que les hicieran llegar las imágenes con el objetivo de "seguir avanzando para acercarnos cada vez más a la verdad".
Así, la parroquia ha recibido decenas de fotos y vídeos y algunos vecinos y viandantes que pasaban por allí en el momento del estallido les han contado lo que vieron. Minutos antes de lo ocurrido, un paseante se cruzó de acera porque "olía mucho a gas", otro comunicó que cuando pasó por el edificio "le pinchaban los ojos" por el gas y otra persona transmitió lo mismo a la cercana residencia de ancianos.
Además, varios técnicos que intervinieron después y expertos en la materia consultados por la parroquia, o que han acudido a ella tras un análisis de algunos elementos, concluyen que el escape se produjo fuera, en la acometida del gas. De hecho, tendrían pruebas de que esa tubería que distribuye el gas a los difierentes edificios estaría dañada.
Desde la parroquia de la Paloma, que reiteran que están a disposición de la Policía y del Juzgado y que acatarán sus dictámenes, aseguran que tienen "todos los papeles en regla", todas las calderas registradas en la dirección de Industria, además del contrato de mantenimiento en vigor, como así se ha publicado.
Reiteran además que en el momento de la defragración tanto el sacerdote fallecido, Rubén Pérez, como el amigo electricista que acudió a su llamada, David Sántos, no manipularon ni tocaron las calderas o los radiadores, algo que esta conclusión policial prelimiar ahora descartaría.
Según explican tras una reconstrucción que han realizado con los testimonios e imágenes recabadas, una avería o rotura provocada por causas aún por desconocidas en la tubería de gas generó un escape que se olía por la calle y que se coló, creen, por el hueco del ascensor hacia los últimos pisos del edificio, haciendo 'efecto chimenea', teniendo el cuenta que este gas pesa poco y tiende a subir hacia arriba.
Minutos antes Benedicto, que ese día había acabado su cuarentena por positivo en coronavirus, detectó una luz roja en su caldera y que su radiador ni calentaba ni enfriaba, por lo que apagó la caldera y abrió las ventanas. Pensando que era algo menor, bajó para reunirse con un carpintero a la iglesia para unos trabajos que tenían pendientes en el trono de la Virgen. Su presencia en el templo a las 14.57 horas de ese día le salvó de una muerte casi segura.
Rubén y David se habían cruzado con el párroco en las escaleras y entre los tres hablaron de que olía a gas en la quinta y sexta planta del inmueble. Los dos primeros se quedaron en la quinta planta y, al estallar el edificio por cualquier chispa o llave de luz, supuestamente la onda expansiva y los escombros expulsaron sus cuerpos hacia la calle.
De hecho, esta hipótesis la corrobarían, según aseguran las mismas fuentes, los detalles de los informes médicos de ambos fallecidos, unas muertes compatibles con la versión de aplastamiento por caída desde altura.
Por otro lado, desde la parroquia desconocen que, según las mismas fuentes de investigación antes mencionados, los policías hayan descubierto un socavón por agua debajo de inmueble en cuestión. Se da la circunstancia de que el pasado viernes por la noche se produjo un pequeño escape de gas en el número 94 de la calle Toledo. Operarios del Canal de Isabel II estaban trabajando en una zanja en la calle cuando han pinchado una tubería de gas, que arreglaron rápidamente.
Además, el miércoles comenzó la inspección del inmueble por parte los peritos contratados por el Arzobispado de Madrid, dueño del edificio, y que tras sus conclusiones tendrá que determinar si derriba todo el edificio o lo reconstruye desde la parte quinta, que permanecen en pie tras los trabajos de los técnicos municipales.