La explosión que se produjo ayer en un edificio de la Calle Toledo en Madrid todavía no ha apagado sus ecos. Una tremenda detonación causada por un escape de gas hacía volar por los aires más de tres plantas de una residencia de sacerdotes perteneciente a la Iglesia de la Paloma, que compartía finca con el edificio y el conocido Colegio Lasalle.
Una tremenda explosión que se ha llevado la vida de cuatro personas. Dos de ellas, estaban dentro del edificio, manipulando la caldera que, previsiblemente, ha provocado el desastre. Otras dos eran viandantes a los que la explosión les sorprendió en la calle, bajo el edificio que se vino abajo.
Esta pasada madrugada fallecía el que, hasta le momento, supone la cuarta víctima mortal de la trágica explosión. Se trata de Rubén, un joven sacerdote de tan solo 36 años que fue ordenado hace tan sólo siete meses y que era muy querido en la parroquia. La Paloma era su primer destino. Rubén murió anoche en el hospital a las dos de la madrugada, tras dos operaciones para intentar salvar su vida, pero sus heridas eran mortales.
Muy querido en la parroquia y en el barrio, Rubén solía asomarse a los balcones del edificio siniestrado para cantar a los vecinos durante el confinamiento de la pandemia.
La segunda víctima es David Santos, un joven de 35 años, padre de 4 hijos. David era feligrés de la parroquia y, además, antiguo alumno del colegio Lasalle y solía realizar trabajos de mantenimiento en la comunidad. Ayer acudió al edificio para ayudar a Rubén para revisar la caldera, que estaba funcionando mal las últimas horas, sobre todo debido a las bajas temperaturas tras el paso del temporal de nieve. David era técnico de mantenimiento de profesión, especializado en instalaciones eléctricas, y solía echar una mano en tareas de mantenimiento de todo tipo en el edificio.
En la explosión, tanto él como Rubén estaban el peor lugar posible, junto a la caldera de calefacción situada en el sótano del edificio. Los servicios de emergencias estuvieron buscando a David durante horas, y al final encontraron su cuerpo y certificaron que se trataba de una de las víctimas mortales.
La tercera víctima de la terrible explosión es Javier, de 45 años, un albañil que estaba haciendo una reforma en una casa de al lado. Estaba casado y tenía dos hijos. Salió un momento a la calle a por una herramienta que necesitaba, justo cuando ocurrió la explosión que lo sepultó entre los escombros. Javier era vecino de La Puebla de Almoradiel (Toledo), tal y como ha confirmado el alcalde de esta localidad.
La cuarta víctima es un ciudadano búlgaro pero que vivía en Madrid desde hace más de 15 años. Stefko Ivanov era obrero de la construcción, pero últimamente le costaba encontrar trabajos estables. Es por eso que acudía a un comedor social de la iglesia. La explosión le pilló justo cuando se dirigía allí. Murió previsiblemente por los golpes que le produjeron los cascotes, que lo sepultaron. Al recuperar su cadáver, se pensó que se trataba de un viandante de unos 85 años, pero se ha terminado confirmando su identidad.
Pero en esta tremenda tragedia también existen algunos milagros. Entre ellos está el de un seminarista que quedó atrapado entre los escombros de la quinta planta, prácticamente destruida por la explosión. Matias consiguió grabar un vídeo con su móvil mientras rezaba y aseguraba que, quizá no pudieran rescatarle. Narra su angustia cuando quedó atrapado entre los escombros, pero está completamente ileso.
Otro milagro es del padre Gabriel, al que encontraron en el primer piso, atrapado entre los escombros tras la explosión. Gabriel estaba aferrado a una biblia calcinada… pero vivo.