Eva se quedó ciega a los dos años. Ahora tiene 17. Y eso marca la vida. Pero Eva es una superheroína de los libros que quiere derribar barreras. La primera fue superar un tumor rabdomiosarcoma en la base del cráneo. Quimioterapia, radioterapia, y dos veces al borde de la muerte. No perdió la vida Eva, esa batalla la ganó, pero perdió la vista. La última barrera es ahora la de la selectividad. Eva sabe lo que es sentirse discriminada, rechazada y señalada.
Es lo que tiene ser una niña 'diferente' a edades tempranas. Paqui, su madre, junto con la ONCE le han proporcionado todo lo necesario para que Eva cumpla su sueño: un ordenador de voz, un teclado braile. Porque Eva siempre cumple y ahí está ya preparada para enfrentarse a la selectividad de la mascarilla y el gel. Su meta es estudiar Filología Hispánica y Clásica.
Si aprueba, que nadie tiene dudas, tendrá que ir a la universidad en Valencia. Pero necesitará ayudas. Hasta ahora, una sociedad tan preocupada de las minorías, le ha dado la espalda a ella. En Pedreguer se organiza una fiesta cuando se cumple 18 años, Eva aún espera que la inviten. Hasta ahora ni una palabra. Eva se refugia en las letras, su pasión. Por sus creaciones ha recibido varios premios. Un centenar de estudiantes ciegos de toda España se enfrentan a las pruebas de Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU), la antigua selectividad.
"Con ellos no se abre para nada la mano", explica el delegado del rector para el Acceso y la Relación con los centros de Secundaria y Formación Profesional de la UAM, Carlos Javier Carlos, que ha sido el responsable de engrasar la maquinaria de la Selectividad para que los alumnos con dificultades de aprendizaje y con discapacidad puedan realizar las pruebas con normalidad.
Aunque existen protocolos nacionales y autonómicos, en este campus son "especialmente cuidadosos" para que no exista ninguna discriminación. Si durante la preparación de las pruebas surge alguna duda, se recurre a la Unidad de Igualdad, que se entrevista con los estudiantes y los centros educativos para determinar las circunstancias de cada alumno.
Hacen los mismos exámenes que los demás y los corrige el mismo tribunal. La diferencia está en la ubicación en el aula y en el tiempo adicional del que disponen, proporcionado a su grado de discapacidad, la ayuda de profesores de la ONCE y la presencia de vocales de apoyo de la universidad. "No tienen ninguna ventaja. Ni la quieren ni la necesitan", responde tajante el delegado del rector.