La frecuentemente denominada, junto a la ansiedad, como ‘enfermedad del siglo XXI’ está detrás de numerosos problemas: repentinos tics nerviosos; picores en distintas partes del cuerpo; dermatitis; trastornos del sueño; irritabilidad; miedo; confusión; nerviosísimo y cambios de humor frecuentes; incapacidad para concentrarse; olvidos; pensamientos repetitivos y nocivos; cansancio y fatiga; pérdida del apetito o aumento desmesurado del mismo; la sudoración excesiva; taquicardias; dolores musculares y contracturas; la disfunción sexual…
La lista es interminable y casi tan extensa como la multitud de circunstancias que lo desencadenan, que comprenden desde factores habituales como la carga de trabajo, la falta de conciliación, la economía y la dificultad para llegar a fin de mes, hasta los relacionados con los problemas de salud, las experiencias traumáticas o la incertidumbre ante el futuro entre un sinfín.
El estrés puede tanto generar problemas de salud como actuar a modo de detonante agravando problemas o enfermedades ya existentes y acelerando la evolución negativa de enfermedades crónicas. Provoca tanto alteraciones y patologías físicas como alteraciones psicológicas y mentales, dando lugar a la aparición de numerosos trastornos: de ansiedad, –con episodios de ansiedad generalizada, ataques de pánico, fobias, trastornos obsesivo-compulsivos o trastornos de estrés postraumático entre otros–; del estado del ánimo, favoreciendo, por ejemplo, ante algún acontecimiento vital de gran estrés, la aparición de la depresión; trastornos alimentarios; o trastornos psicofisiológicos, que, tal y como explica Cinfasalud en su ‘VII estudio: “Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés’, ante episodios prolongados de estrés pueden provocar somatizaciones de las emociones negativas, llegando el afectado a sufrir alteraciones y trastornos físicos sin una causa clara o definida, como problemas musculares cansancio, dolores de cabeza, etc.
Recientemente el medio Neuro Science News se hacía eco de un estudio analizado por la prestigiosa Escuela de Medicina de Harvard en el que los investigadores se entregaron a la compleja tarea de analizar las múltiples repercusiones que tiene el estrés sobre la salud de aquellos que lo sufren, y concretamente, su correlación con el desarrollo de enfermedades autoinmunes, es decir, aquellas causadas por el sistema inmunitario, que ataca las células del propio organismo.
Según sus conclusiones, elaboradas a través de un estudio sobre la población sueca a lo largo de un intervalo no inferior al año, los trastornos del estrés estaban significativamente relacionadas con el incremento del riesgo del individuo de sufrir posteriormente una enfermedad autoinmune, en comparación con las muestras de sujetos que no habían sufrido ningún tipo de trastorno por estrés y en comparación, incluso, entre hermanos dentro de una misma familia.
No obstante, como indican los autores de la investigación, “se necesitan más estudios para entender mejor cómo funcionan los distintos mecanismos”. Algo que, a la hora de analizar este informe, la ‘Harvard Health’ también advertía, recalcando que es posible que la causa de ese incremento no fuese exclusivamente derivada de un trastorno por estrés, ya que, por ejemplo, el estrés puede repercutir en que un individuo fume o fume más de lo habitual, y fumar está relacionado también con un incremento del riesgo a ciertas enfermedades autoinmunes. Por ello, no se pueden simplificar las conclusiones, y por la misma razón, el estudio del estrés, dados sus múltiples efectos y consecuencias, es extraordinariamente complejo.