El número de víctimas mortales de accidentes de tráfico ha pasado de 9.344 en 1989 a 1.755 en 2019, un 80% menos. España fue el sexto país con menor tasa de fallecidos en las carreteras, detrás de Suecia, Irlanda, Malta, Dinamarca y Luxemburgo y en 2020, el cuarto. Los expertos achacan este éxito a muchos factores pero destacan el papel del carné por puntos y la reforma del Código Penal. Como materia pendiente la protección de como peatones, ciclistas, motociclistas y usuarios de patinetes, que en 2019 fueron el 53% del total de fallecidos.
En 2019 murieron en Espala 37 personas por millón de habitantes, muy lejos, por ejemplo, de la tasa que presentan la mayoría de países de Latinoamérica, cuyo índice se encuentra entre 142 y 209 fallecidos por millón de habitantes.
'Del Infinito al Cero: Así lo hicimos', es un libro que recoge los testimonios de más de 50 protagonistas de la seguridad vial en España en las últimas tres décadas, y que analiza, además, los factores que han hecho posible que España haya pasado de estar a la cola de Europa, a finales de los años 80, a ocupar uno de los puestos destacados por sus relativamente bajas tasas de siniestralidad.
Entre sus participantes destacan el actual ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska; el director general de la DGT, Pere Navarro; el Fiscal de Sala de La Fiscalía de Seguridad Vial, Bartolomé Vargas; el presidente de la Fundación Española para la Seguridad Vial (FESVIAL), Luis Montoro; la directora de la Asociación para el Estudio de la Lesión Medular Espinal (AESLEME), Mar Cogollos; el coordinador europeo de Seguridad Vial y Movilidad Sostenible de la Comisión Europea, Matthew Baldwin; o el director de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre, Jesús Monclús, entre otros.
Según el ministro del Interior, el éxito de España en materia de seguridad vial se ha debido a que en el país ha habido una "mayor toma de conciencia general", ya que la sociedad civil se ha erigido como auténtico motor de cambio, haciendo posible un modelo que ha contado con "el trabajo de muchos", de diferentes sectores y actores que han colaborado juntos de manera integrada, y que ha hecho posible que la siniestralidad vial se perciba como "intolerable".
La mayoría de expertos creen que la reducción de siniestros viales y lesiones graves es el resultado de grandes esfuerzos realizados en distintos ámbitos, como en la educación, concienciación, supervisión de la norma y cambios legislativos clave, como el permiso por puntos o la reforma del Código Penal.
Estos cambios se han producido en un entorno de mejora significativa de vías y vehículos, impulsado por la Unión Europea, Naciones Unidas y la OMS, que han permitido mejorar la circulación y señalización, seguridad de los vehículos y transporte de mercancías peligrosas, armonizar los distintos tipos de permisos de conducción y la formación de conductores, entre otros, y donde las asociaciones de víctimas han desempeñado un papel crucial para visibilizar el problema y movilizar las conciencias individuales, colectivas y políticas.
Pero hay otros factores, como la existencia de una política de Estado por encima del debate político y una organización institucional como la DGT que lo ha liderado, así como los planes de mejora y desdoblamiento de las carreteras; el AVE, que ha evitado muchos desplazamientos de largo recorrido y muchas víctimas; la mejora de los servicios de emergencia sanitarios; la importancia de la investigación; el plan de radares y la creación de la Fiscalía de Seguridad Vial, tal y como subrayan Pere Navarro y Jesús Monclús.
El libro también reconoce el trabajo realizado por entidades públicas y privadas, agradece su esfuerzo, reflexiona sobre las experiencias que han permitido llegar a España donde está en la actualidad, y permite aprender, enseñar y tomar impulso para avanzar y alcanzar el Objetivo Cero víctimas.
El libro pone de manifiesto que España necesita "revitalizar" su política de seguridad vial en los próximos años, para luchar contra lo que se ha llamado "agotamiento" de ciertas medidas de seguridad vial. También destaca que para luchar contra las cifras de siniestralidad y el dolor humano que representan, es necesario poner el foco en los usuarios vulnerables, como peatones, ciclistas, motociclistas y usuarios de patinetes, que en 2001 representaban el 32% de los fallecidos y, en 2019, el 53% del total.
También propone promocionar los desplazamientos activos y sostenibles, como la bicicleta; poner especial atención a la nueva movilidad, como por ejemplo los vehículos compartidos; y promover una mayor coordinación en movilidad nacional, europea y mundial en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que, según la mayoría de los autores, contribuirán a reducir a la mitad el número de fallecidos y de heridos graves en 2030, y lograr el Objetivo Cero en el menor tiempo posible.
Asimismo, el libro subraya que para alcanzar este objetivo se dispone del conocimiento y de las medidas necesarias, y de que sólo hace falta más liderazgo, más recursos y mayor coordinación en todos los ámbitos.
En este sentido, destaca el papel que desempeña la investigación, esencial para que las estadísticas se completen con informes detallados, que se analicen en tiempo real por comités técnicos y permitan proponer medidas inmediatas para evitar que se vuelvan a producir los mismos incidentes.
También hace hincapié en la necesidad de aprovechar mejor la tecnología de gestión del tráfico, las carreteras inteligentes, los sistemas avanzados de seguridad de los vehículos y la conectividad, y en la importancia de insistir en la educación vial en los colegios, mejorar la concienciación de los conductores, con charlas impartidas por las víctimas, y en seguir luchando contra los conductores infractores y reincidentes.