César Coll (70 años, Benicarló, Castellón) es uno de los siete expertos elegidos por el Ministerio de Educación para integrar el grupo que ha elaborado una propuesta sobre cómo deben ser los principios, la estructura y los componentes del nuevo currículo escolar La idea es dar un revolcón de arriba a abajo al sistema educativo, tal y como recoge la LOMLOE. Con la propuesta de este grupo, Educación está desarrollando ahora los nuevos decretos de enseñanzas mínimas. Corresponde a las comunidades elaborar sus propios currículos a partir de estos decretos.
Catedrático emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona, Coll participó también hace 30 años en la elaboración y desarrollo de la ley socialista LOGSE de 1990.
Pregunta. ¿Por qué hay que cambiar el currículo y la forma de enseñar?
Respuesta. El currículo es el punto de referencia de todo el sistema educativo. En definitiva, el sistema educativo existe porque hay una voluntad de ayudar a las nuevas generaciones a que aprendan aquello que necesitarán para desempeñarse en el mundo actual. En estos últimos 30 años los desafíos a los que se enfrentan las nuevas generaciones han cambiado. Hace 25 años empezaba Internet, nosotros éramos emigrantes, no había inmigrantes, la globalización no se conocía, el cambio climático no se sabía… Hay una serie de desafíos que han aparecido y es necesario formar a las nuevas generaciones para hacerlos frente. El currículo es el referente para la formación del profesorado, para la organización de los centros, para los libros de texto, para los materiales, para la infraestructura, para el equipamiento de los centros…
P. Una de las quejas más frecuentes de los profesores es lo absurdamente inabarcables que son los currículos escolares actuales. ¿Por dónde hay que recortar?
R. Los docentes que se quejan de eso tienen muchísima razón. Los currículos vigentes son inabarcables, están sobredimensionados, están sobrecargados y es prácticamente imposible trabajarlos. Están sobre el papel pero su extensión es inabarcable. La manera de hacer frente a eso no es rebajar los contenidos sino cambiar los contenidos.
P. ¿Cuál fue la propuesta sobre el nuevo currículo que el grupo de expertos presentó al ministerio?
R. La propuesta que hicimos al ministerio partía de tres ideas básicas. Una es profundizar en un enfoque competencial que afirma que lo importante no es adquirir conocimientos sino saber utilizarlos para hacer frente a las situaciones, problemas, fenómenos a los que nos enfrentamos. La otra idea básica es que un enfoque competencial es incompatible con un currículo sobrecargado. Y de ahí que haya que diferenciar entre lo que llamamos contenidos básicos imprescindibles de los deseables. Si cuando un alumno termina la secundaria no ha adquirido los conocimientos imprescindibles, le va a ser difícil aprenderlos posteriormente. Y, por lo tanto, le va a ser difícil seguir estudiando e incorporarse al mundo del trabajo. Va a tener muchos números para convertirse en alguien vulnerable y caer en dinámicas de exclusión social. Los conocimientos imprescindibles no solo son saberes instrumentales sino también actitudes, valores, habilidades que hay que adquirir en las primeras edades porque si no es muy difícil que se pueda revertir. Dentro de estos aprendizajes básicos imprescindibles hay saberes disciplinares, pero la selección no son las disciplinas sino las competencias al servicio de las cuales tienen que estar estos contenidos o estos saberes. La tercera idea es hacer realidad la idea de autonomía de los centros educativos. Durante mucho tiempo hemos pensado que la igualdad es dar a todos lo mismo, pero la igualdad consiste en dar a todos las mismas oportunidades y sacar el máximo talento de las personas atendiendo a su perfil, a sus necesidades, a su objetivos. Y eso solo se puede hacer si los centros tienen autonomía porque es el profesorado el que conoce el perfil de sus alumnos.
P. ¿Qué supone que los centros tengan autonomía?
R. Consiste en que los centros puedan añadir, diversificar, profundizar más unos contenidos que otros en función del perfil del alumnado. Esto es básico. No es lo mismo el perfil del alumnado en una zona rural poco poblada que en el barrio Salamanca de Madrid. La idea es que en todos los casos se garanticen los aprendizajes básicos imprescindibles. En cambio, los aprendizajes deseables podrán desarrollarse en algunos casos más unos que otros…
P. Y la memoria, ¿hasta qué punto es necesaria en el aprendizaje?
R. Ha habido un falso debate sobre que las nuevas propuestas no le dan la importancia que merece a la memoria. Pero esto no es cierto. Un enfoque competencial significa ser capaz de actuar de manera competente en una situación determinada. Pero para trabajar de una manera competente se necesita haber aprendido, haber memorizado. Para actuar de manera competente no solo necesito aprender y memorizar sino hacer funcional eso que he memorizado, articularlo, movilizarlo y aplicarlo a una situación concreta. Sin memoria no hay aprendizaje, pero únicamente memorizando no hay competencia.
P. En este nuevo modelo de aprendizaje se habla también de combinar materias. ¿Qué ventajas tiene esto?
R. Un enfoque competencial implica que, por ejemplo, los alumnos sean competentes cuando se encuentren en situaciones auténticas, aunque sean recreadas, vinculadas al contexto donde viven habitualmente. Estas situaciones, por muy elegidas que sean y que las intentemos simplificar, siempre son situaciones que implican conocimientos, saberes y competencias que requieren el concurso de distintas disciplinas, ámbitos de conocimiento y experiencia. Las metodologías integradoras, globalizadoras se llevan mejor a cabo cuando los enfoques son por áreas o ámbitos más que por disciplinas estrictas.
P. También se plantea que haya dos docentes en cada aula al mismo tiempo…
R. Dos docentes en el aula es una de las consecuencias de lo que ha sucedido ahora con la pandemia, como manera de responder a algunas de las urgencias y necesidades. Personalmente, pienso que es una buena solución. Más que reducir ratios de alumnos a lo mejor tendría más sentido avanzar hacia modelos de codocencia porque tiene muchísimas ventajas: desde el punto de vista del desarrollo profesional del docente, de combinar conocimientos específicos de diferentes áreas, de posibilidad de personalizar el aprendizaje atendiendo a alumnos cuando trabajan por grupos...
P. ¿Se pueden acometer todas estas reformas con el mismo profesorado acostumbrado a dar clases de una forma completamente distinta?
R. Efectivamente, hay un sector más o menos amplio del profesorado que está muy anclado en prácticas muy alejadas de este enfoque que estamos comentando. Pero también es verdad que hay un sector del profesorado y de centros que desde hace tiempo ya están aplicando metodologías con un enfoque competencial, integrador, globalizador. Hay muchos ejemplos, que es verdad que no están generalizados, pero que demuestran que es posible. Si se hace un currículo competencial, con un margen de autonomía en los centros, requiere poner en marcha políticas de desarrollo curricular de acompañamiento y apoyo al profesorado. Un currículo flexible de estas características requiere que se elaboren materiales, que se pongan en marcha estructuras de apoyo al profesorado para que vaya aprendiendo desde el nivel desde el que está cada uno. Algunos centros y algunos sectores del profesorado requerirán mucho apoyo, pero otros, no, porque ya lo vienen haciendo.
P. Algunas críticas señalan que todos estos cambios supondrá al final reducir materia y por consiguiente que los alumnos se esfuercen menos para conseguir aprobar.
R. No es cierto. En ningún caso el modelo que se propone supone bajar contenidos o que el alumnado va a aprender menos cosas o esforzarse menos. Tiene que aprender de manera diferente y aquellas cosas que le van a servir y que le son necesarias para afrontar los retos del mundo actual. Lo que sucede es que algunas de las cosas que se vienen estudiando tradicionalmente, que es fantástico que se sigan estudiando, no entran en la categoría de los aprendizajes básicos imprescindibles, sino de los básicos deseables. Cuanto más aprenda un alumno, mucho mejor. Y los centros educativos tienen que estar organizados para asegurar que todo el alumnado adquiera los aprendizajes básicos imprescindibles y cuanto más básicos deseables, mejor. Cada alumno debe llegar al máximo de acuerdo a su talento. Pero esto no se puede confundir con que todos tengan que aprender exactamente lo mismo. Eso es imposible.
P. Entiendo que todo esto supone también una forma nueva de evaluar.
R. Sí, efectivamente. Estamos hablando de la educación básica, la que ha de recibir toda persona para que cuando la termine pueda ejercer como ciudadano con plenitud de derechos y deberes. En ese sentido, la evaluación no tiene el sentido de acreditación que tiene la educación no obligatoria, que tiene claramente un componente de certificar socialmente que se han adquirido unos conocimientos que han de acreditarse para hacer algo. No podemos negar a ningún alumno que termina la educación básica que sea un ciudadano de pleno derecho. La evaluación en la educación básica no tiene la función sancionadora que pueda tener en la formación postobligatoria o superior. Si se adopta una enfoque competencial, las competencias se aprenden, se despliegan y en consecuencia solo pueden evaluarse en contextos concretos. Puedes valorar que un alumno es competente en haber desarrollado las habilidades para trabajar colaborativamente poniéndole en situaciones donde tenga que trabajar colaborativamente. Pero no vale que le pidas teóricamente qué tiene que hacer para trabajar colaborativamente.