En una época en la que las nuevas tecnologías han cambiado la mayoría de aspectos de nuestra vida también ha cambiado la forma de conocer gente, tanto en relaciones de amistad como de pareja. Internet, las redes sociales, las aplicaciones de citas, o las páginas webs de contactos, han supuesto un cambio sin precedentes en la forma en la que, especialmente los jóvenes, conciben la socialización y las relaciones.
Una nueva forma de conocer gente, ampliar tu circulo, incluso encontrar el amor. Pero también un foco para agresores sexuales y acosadores que aprovechan el anonimato que proporcionan las páginas de contactos para delinquir de una forma facilitada por la tecnología. Escondidos muchas veces tras un perfil falso, conocen mediante mensajes a víctimas potenciales. Su objetivo es conocer sus carencias y aprovecharlas, hasta conseguir quedar con ellas en un sitio recóndito.
Y es que las nuevas tecnologías, Internet, las redes sociales son un “escaparate”, como nos dice la abogada Emilia Zaballos, que ha tratado varios casos de agresión y abuso sexual donde agresor y víctima se conocieron mediante estos medios. En este contexto la víctima es vulnerable, ya que el agresor se esconde tras el anonimato, una información incompleta e incluso una historia milimétricamente creada, totalmente ficticia.
El agresor tiene un objetivo claro y unos métodos para poder lograrlo. Señales que indican que hay un peligro tras ese perfil. Busca la confianza de la víctima, darle seguridad y tranquilidad a través de su relato, aportando las carencias que ve tras ella. Le dice que busca una relación de amistad, en la que compartir tiempo juntos, hasta que un día le propone quedar, verse físicamente. En un principio, como nos cuenta Zaballos, propone lugares públicos, totalmente comunes, como pueden ser el cine, el teatro o una cafetería. Sin embargo, a la hora de la cita, buscará una excusa para quedar en otro lugar. Un sitio en el que él se sienta cómodo y maneje la situación, un lugar donde no haya gente o donde la víctima no pueda pedir ayuda.
Desde el punto de vista legal, esta abogada por su propia experiencia observa un “incremento preocupante” en la comisión de este tipo de delitos, una agresión o un abuso sexual al quedar tras conocerse mediante las redes sociales, aplicaciones de citas o páginas de contacto. Con víctimas cada vez más jovenes y que aumentan alarmantemente.
El patrón en este tipo de delitos no solo se produce en el agresor, también en la víctima. Suele ser una persona joven, en la mayoría de casos adolescentes, tienen acceso a las redes sociales pero solo las han manejado en calidad de usuario. Por eso, no conocen el peligro real que puede haber tras ellas. Ese es el motivo por el que confían en la persona que está al otro lado de la pantalla y dan mucha información, que aprovecha el agresor. Personas, cuenta Zaballos, a las que en muchas ocasiones les cuesta socializar y buscan amistad o de compañía con la que pasar tiempo.
Tras la agresión, también se repiten algunos rasgos comunes. La víctimas se suelen sentir culpables, porque conocía al agresor y sienten que lo podían haber evitado. El miedo y la vergüenza muchas veces les hacen no querer denunciar, sin embargo, como dice esta abogada hay que instarles a ello. Algo más preocupante es que en muchas ocasiones no solo no denuncian, sino también no lo cuentan. Contarlo es “vital”, ya que con ese testimonio no solo se ayuda a la víctima, también a otras mujeres que podrían estar en el futuro en su lugar, ya que las mujeres son las que mayoritariamente sufren este tipo de agresiones.
El miedo a contarlo de la víctima viene por el temor entre otras cosas, a que no las crean. Ya que en muchas ocasiones no tienen mucha información de su agresor, ya que la que tenían era falsa y sienten que no tienen pruebas suficientes. Sin embargo, en un gran porcentaje de los delitos de este tipo que se denuncian se encuentra al agresor. La denuncia es imprescindible para poder investigar la identidad de la persona real que está detrás del perfil, y también para que la víctima sea ayudada médica y psicológicamente a largo plazo. Es imprescindible el apoyo a la víctima, que pida ayuda, que confié en la justicia y que entienda que es un error no denunciar esta situación.
Los daños psicológicos tras la agresión se incrementan porque en muchas ocasiones el agresor sigue cometiendo delitos tras el abuso o la agresión sexual, ya que de nuevo aprovecha las redes sociales para amenazar a la víctima y coaccionarla. Es un delito que no viene solo, conlleva delitos previos y posteriores. En el caso de los delitos previos, suele haber una suplantación de la identidad, tras lo que se produce la agresión y por último, la coacción.
Y es que en un tiempo en el que la tecnología siempre tiene una cara B hay medidas que pueden ayudar a prevenir esta situación. Pese a que la culpa nunca es de la víctima sí que al usar las redes sociales o las apps de citas para quedar se pueden poner medios de prevención. Desde quedar en un sitio público hasta acudir a la primera cita acompañada o acompañado, ya que las intenciones del agresor se pueden ver desde el principio cuando se establece un contacto físico.
Pero lo más importante es la educación. Los niños aprenden a usar teléfonos y tabletas antes que a hablar. Y en una era digital con nativos digitales es imprescindible educar a los niños sobre los beneficios y los peligros de la tecnología. Una educación que pasará por el uso responsable de las redes, algo que es indispensable, ya que en la mayoría de los casos las víctimas son adolescentes alarmantemente jóvenes.