Desde 2004 se ha celebrado el primer jueves de octubre el Día Europeo de la Depresión, en virtud de que solo en Europa existen 30 millones de pacientes mentales con depresión crónica y se estima que en todo el mundo existe un total de 350 millones de casos.
El término se ha convertido en un cajón de sastre de muchos trastornos que no siempre llegan a constituir una enfermedad. Sin embargo, la depresión en su definición clínica es una enfermedad mental que en ocasiones se convierte en un trastorno de gravedad en el medio o largo plazo, que puede dar lugar a recaídas y recurrencias, y que requiere de tratamiento con fármacos, psicoterapia o una combinación de ambos.
Este trastorno mental lo padecen cerca de 2,5 millones de españoles. Entre ellos el 46% de las personas no sabían que la padecían, por tanto, reconocer sus síntomas es fundamental para iniciar un correcto tratamiento y superar la enfermedad.
Según expertos en Salud Mental los síntomas más comunes de la depresión clínica son: las alteraciones en el sueño y el apetito (la comida te sabe rara o tu horario de sueño ha cambiado), la anhedonia o pérdida para disfrutar de lo que antes suponía una actividad placentera (no disfrutas las cosas de la misma manera), apatía (todo te parece difícil y complicado y crees que "nada te importa") y alteraciones cognitivas como problemas de memoria, concentración y menor tiempo de reacción (tienes problemas de concentración y eres más ansioso que de costumbre).
A veces, a estos síntomas acompaña una disminución en el umbral del dolor que sensibiliza a la persona ante estímulos que no tendrían que ser dolorosos. "Sólo cuando se reúnen ciertos criterios clínicos podemos hablar de depresión y aunque estos son los síntomas más habituales pueden presentarse otros o características propias en cada paciente", señala Roca, un experto de Salud Mental.
Además, el psiquiatra señala que hay que distinguir entre los trastornos adaptativos como el duelo o la reacción emocional ante determinados acontecimientos vitales con síntomas similares pero menos intensos y pasajeros y la depresión clínica, que puede presentarse sin un desencadenante mayor.
Según la gravedad de los síntomas se establece un tratamiento farmacológico o psicoterápico o una combinación de ambos. Las evidencias científicas han mostrado que, en el campo de las psicoterapias, existen terapias que ofrecen mejores resultados como la cognitivo-conductual.
"En la actualidad se empiezan a incluir programas de ejercicio físico y reducción de peso porque se ha comprobado que benefician en el tratamiento de la depresión. Suponen cambios en los hábitos y el estilo de vida que contribuyen en la mejoría de estos pacientes", comenta el psiquiatra. Además, se están ensayando y con buenos resultados iniciales, psicoterapias coadyuvantes on-line.
Los factores de riesgo que predisponen a la depresión son múltiples y entre ellos, Roca apunta a los genes; acontecimientos vitales ocurridos en la infancia; el abuso de sustancias tóxicas; la existencia de otras patologías como diabetes y afecciones cardiológicas, neurológicas o endocrinológicas; o el exceso de peso y el estrés.
Además, ser mujer es en sí mismo un factor de riesgo ya que existen muchos más casos de depresión entre la población femenina sin que se hayan definido aún de forma concluyente los motivos.
Las últimas teorías apuntan a que la depresión podría también tener un origen sistémico y formar parte de un cuadro clínico que incluyera síndrome metabólico, patrones de alimentación alterados, afecciones cardiológicas, entre otros.
La elección de un tipo u otro de antidepresivo viene marcada por aspectos como el perfil clínico del paciente, si padece ansiedad, alteraciones cognitivas o problemas de sueño, las características del fármaco y sus posibles efectos secundarios y la experiencia del profesional clínico de los distintos medicamentos.
Sobre la duración del tratamiento con antidepresivos, Roca apunta que estos fármacos no crean ningún tipo de efectos de tolerancia ni adicción y que se emplean a medio y largo plazo como terapia de mantenimiento para disminuir los riesgos de recaídas o recurrencias en los casos en los que la enfermedad se cronifica.
Existen depresiones de un solo episodio en los que se realiza un tratamiento de 6 a 9 meses y que no reaparecen pero también existen muchas recurrencias. Si hay una segunda depresión aumentan las posibilidades de que se presente un tercer episodio y que la enfermedad se cronifique.
"Los tratamientos de larga duración con antidepresivos se mantienen en algunas personas con tendencia a la cronicidad como lo harían los antihipertensivos frente a una tensión elevada crónica para b y que éstas sean de menor intensidad si se producen", aclara el psiquiatra.
Roca apunta que lo más importante es discriminar bien entre las depresiones para detectar aquellas que van a requerir mantener el tratamiento y recuerda que la depresión y la ansiedad son trastornos muy prevalentes, lo que convierte a los antidepresivos en fármacos muy recetados y que también se emplean en otros trastornos como por ejemplo los ansiosos o asociados a dolor.
Sobre la reducción del estigma de la depresión y las enfermedades mentales Roca indica que aunque se ha avanzado en este sentido no se puede tirar la toalla ya que existen aún estigmas, prejuicios y estereotipos que llevan a que los pacientes aún sean resistentes a acudir a la consulta del psiquiatra.
La información errónea que muchas veces circula, por ejemplo por las redes sociales, lleva a que los pacientes no consulten o que no den importancia a sus síntomas.
"Aún es necesario mejorar mucho ya que las consecuencias de la depresión son graves, la más importante es la conducta suicida que aumenta el riesgo de suicidio, un problema aún más estigmatizado. Se producen 3.500 suicidios al año en España y entre un 50% y un 60% se deben a trastornos mentales y fundamentalmente a depresión. Esto es algo muy grave y hay que seguir trabajando", concluye Roca.