Las primeras aproximaciones de los seres humanos entre sí buscando interacciones con un claro interés sexual o amoroso suelen ocurrir durante la adolescencia. En esta investigación se señala que son las primeras experiencias las que definen los patrones de comportamiento en las relaciones de pareja en la edad adulta, sobre todo si están marcadas por la violencia.
Estos resultados sugieren una cuestión de gran calado: lo urgente e imprescindible que es enseñar a la juventud cómo funcionan las relaciones de pareja saludables, reales y respetuosas en la adultez. Desde la familia, la escuela, los medios de comunicación y las redes sociales se ofrecen modelos que reproducen un imaginario de mitos en relaciones de pareja irreales, basadas en la dependencia emocional y en patrones desajustados de dominación/sumisión.
Estos prototipos son propios de un patriarcado que las asfixia a ellas, con roles que evitan, por ejemplo, ser autónomas y tener confianza en las propias decisiones, pero también a ellos, encerrándolos en roles que les impiden, por ejemplo, expresar emociones o mostrar vulnerabilidad, tan necesarios en las relaciones de pareja saludables reales.
La familia es el contexto de mayor influencia en la socialización del género y también de las relaciones de pareja. Sin embargo, no podemos elegir la familia que nos ha tocado, y por ello algunas personas se ven avocadas a impregnarse de los patrones con los que se relacionan sus padres y madres, basados en la violencia como forma de resolver conflictos, la falta de respecto y la desigualdad.
Para estas personas, la escuela puede ser una tabla de salvación. La escuela es una de las herramientas más democráticas con las que contamos en la sociedad, ya que nos permite educar y fomentar el pensamiento crítico, tan importante para poder poner en cuestión aquellos patrones sociales que encorsetan las relaciones afectivas y sexuales a unos modelos de relación caducos, desiguales y a todas luces poco éticos respecto a los derechos humanos básicos.
A continuación, ofrecemos algunas recomendaciones, basadas en la investigación, para fomentar las relaciones de pareja saludables:
Para las familias:
Las relaciones familiares suponen una fuente de socialización para los jóvenes en los roles de género. Padres y madres son modelos a seguir y por eso deben cuidar especialmente la forma de tratarse entre sí delante sus hijos.
Un estilo parental que establece límites claros a los y las jóvenes, combinado con unas relaciones entre progenitores y progenie marcadas por la cercanía afectiva y la comunicación abierta y positiva parecen tener una función protectora para las y los adolescentes ante la violencia de género en el noviazgo.
La adolescencia es un periodo de afirmación de la propia identidad que conlleva un proceso de distanciamiento e independencia de padres y madres. Se recomienda a los progenitores saber aceptar un segundo plano supervisor, ya que es más fácil que un/a profesor/a, amigo/a o hermano/a puedan ser la figura de apoyo que permita salir al adolescente de una relación no saludable (como agresor o víctima).
Es desaconsejable que padres y madres fuercen la ruptura en una relación marcada por la violencia, ya que puede ser percibido por el adolescente como una imposición que le relega a un papel secundario en la toma de decisiones en su vida. Es fundamental mantener abiertas las vías y espacios para la comunicación y la resolución de conflictos, evitando juicios y mostrando a las hijas y los hijos que el amor tiene que ver con comportamientos y no solo con sentimientos.
Para el profesorado y los centros educativos:
La coeducación o educación en valores de igualdad de género ayuda a prevenir el desarrollo de las creencias de dominio y control sobre las mujeres y las conductas machistas relacionadas con la minusvaloración de la mujer.
El profesorado puede convertirse en las personas adultas de referencia para los adolescentes que vivan en casa una situación de violencia en sus padres y que inicien una relación de pareja en la que, con mucha probabilidad, repetirán el patrón de relación que han visto en el seno de la familia, como agresores o como víctimas.
Los centros educativos deben asumir pautas igualitarias de relación y de prevención a todos los niveles, detectando y ayudando a buscar soluciones y alternativas en los casos ya establecidos (Planes de Igualdad), incorporando en el currículo el análisis crítico de los mitos y creencias y haciendo especial hincapié en los estereotipos que están manejando tanto profesores y profesoras como chicos y chicas.
Es importante que los adolescentes se acostumbren a contrastar la información y tener un pensamiento crítico sobre los contenidos que aparecen en los medios de comunicación, videojuegos, redes sociales e internet y a fomentar el uso de contenidos igualitarios en los derechos y roles de hombres y mujeres en la sociedad.
Para terminar, la investigación demuestra que la adolescencia es, quizás, el periodo vital con más consecuencias en nuestras vidas. Es de tal importancia que, por ejemplo, marca si se establecerán relaciones de pareja saludables en la edad adulta.