El impacto económico de la pandemia del coronavirus ha hecho tambalear los cimientos de multitud de negocios que se han visto al borde de la quiebra o directamente en ella. Forzados al cierre obligatorio para necesariamente contener la terrible y rapidísima propagación de la COVID-19, las pérdidas acumuladas desde que se decretase la paralización de la actividad no esencial en el marco del estado de alarma, --en marcha desde el 15 de marzo--, hasta los inicios de la desescalada, --que arrancaron en el mejor de los casos la fase 1 el 11 de mayo--, han sido sumamente cuantiosas.
Sectores como el turismo o la restauración quedaron heridos de muerte, y no ha sido hasta estas últimas semanas cuando han empezado a arrancar con la esperanza de poder ir mejorando, paulatinamente, la situación económica.
No será fácil ante las medidas de restricción y las limitaciones todavía vigentes para mantener el control de la transmisión del virus, y mucho menos cuando las previsiones de la OCDE apuntan que España podría sufrir una caída del PIB del 11,4% y del 14,4%, --la mayor recesión de los países que componen la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico--, si se produjese un rebrote. Por eso, cualquier ayuda para el sector es sumamente bienvenida y en especial cuando se produce a través de gestos que, más allá de lo monetario, llevan consigo una dosis de cariño, ánimo y apoyo, como la del cliente de un bar ubicado en Granollers, --el Can Juli--, quien decidió sorprender a los dueños del restaurante barcelonés de una forma especial.
Tras la apertura del negocio, como informa Cadena SER, este cliente decidió presentarse en el local, --el cual antes de que estallase la pandemia y se decretase el confinamiento visitaba con cierta asiduidad entre dos o tres veces por semana--, con una nota en la mano que entregó a los dueños del bar. En ella, manuscritas, estaban las cuentas que el hombre había echado para estimar, aproximadamente, cuánto dinero había dejado de gastar en el establecimiento durante los meses de encierro.
Calculando que habían sido aproximadamente 36 las ocasiones en que no había podido ir durante todo ese tiempo, y estimando un total de 2,5 euros por día por las cañas que no había podido tomar… el resultado eran 90 euros. Por eso, en un sobre metió justamente ese dinero, además de otros 10 de propina, sumando un total de 100, que entregó a los dueños del bar, los cuales, sorprendidos y agradecidos, más allá de la suma monetaria se encontraron con un aliciente para seguir luchando por una clientela que, como ellos, está deseando recobrar la normalidad como la conocíamos, dejando atrás una pesadilla que, no obstante, todavía exige y demanda la responsabilidad individual de todos para poder superarla.