Gravemente enferma, desorientada y en aguas de una cala de Mallorca, se ha avistado con cierta incredulidad a una ballena gris del Pacífico, ya apodada como 'Wally'.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) coordina ahora, junto a la Delegación del Gobierno en Baleares y el Govern balear, las actuaciones para el seguimiento del cetáceo, al que previamente se le habría visto en aguas de Israel y Nápoles.
Según ha informado en un comunicado, con el asesoramiento del Palma Aquarium, del Instituto Español de Oceanografía y del Oceanogràfic de Valencia, y bajo la vigilancia de Salvamento y Seguridad Marítima (Sasemar), se está analizando la evolución de las circunstancias para decidir los siguientes pasos a dar.
La ballena gris, un ejemplar joven, de unos dos años y con ocho metros de longitud y unas siete u ocho toneladas de peso, se encuentra en un estado crítico, en fase terminal. Desde hace semanas se la había visto en el Mediterráneo, muy lejos de las aguas donde habita, normalmente en la costa de Corea y de Estados Unidos.
Aunque en un primer momento la ballena tomó rumbo hacia el Estrecho de Gibraltar, finalmente el ejemplar cambió su ruta a la altura de la costa valenciana y se adentró hacia las aguas de Baleares, primero de Ibiza y luego de Mallorca, siendo avistada en Santa Ponça.
A lo largo de este jueves los efectivos de Salvamento Marítimo han trabajado para mantener tranquilo al cetáceo, lejos de los curiosos, mientras se continúa evaluando la mejor forma de proceder.
Los investigadores del Oceanogràfic de Valencia cuentan con el material y los expertos para eutanasiar al animal, si bien es cierto que esta técnica en el mar con un animal de esta envergadura es arriesgada.
Si finalmente el animal varara en la playa, sería el momento de intervenir para evitarle sufrimiento.
Sus respiraciones son más bien un lamento. “Cada vez son más erráticas. Nos preocupa muchísimo porque es un animal que está extremadamente delgado”, explica Gloria Fernández, bióloga de Palma Aquarium.
Lleva semanas sin poder comer, perdida en el Mediterráneo, “completamente fuera de su ambiente” desde que se desorientó en su camino a las frías aguas del norte.
“Se mueve lentamente, va y vuelve. Veo que quiere salir”, cuentan quienes la han avistado.
A los curiosos se les pide que no se aglomeren. El animal necesita tranquilidad: “Tenemos que intentar al máximo evitar estrés al animal”, insiste Gloria Fernández.
Mientras, no obstante, al animal le cierran el paso en zonas poco profundas para evitar que se quede atrapada.
El objetivo es intentar adentrarla mar adentro para que intente retomar su ruta y pueda respirar tranquila.