Continúa el juicio en Barcelona donde se juzga al criminal confeso Juan Francisco L.O., de 45 años, por la violación y muete de la niña Laia, de 13 años, en Vilanova i la Geltrú en 2018. En la jornada de hoy los peritos han confirmado que el acusado abusaba de la cocaína pero no han podido probar que fuera drogado el día del crimen, aunque los sanitarios que lo atendieron no lo vieron bajo los efectos de drogas ni alcohol.
Durante la vista, los profesionales que analizaron el cabello y la orina han confirmado un "consumo crónico de cocaína" por parte del encausado, pero no se han encontrado indicios que corroboren consumo el día de los hechos. Una experta en toxicología ha explicado que se encontraron rastros de cocaetileno en dos mechones de cabello del acusado que fueron analizados en el laboratorio, una sustancia que indica un consumo conjunto de alcohol y cocaína.
"El pelo crece de media un centímetro al mes y, en los dos centímetros más recientes -esto es, en los dos últimos meses antes de los hechos- había reducido el consumo de cocaína", tal como se desprende del análisis del cabello. Según ha revelado el estudio toxicológico, en el análisis de orina también se encontraron muestras de cocaína, paracetamol y diazepam, pero no de alcohol, algo que se explicaría por su alta volatilidad.
Estos indicios han permitido a los peritos afirmar que el acusado era "un consumidor crónico de cocaína", pero no han podido probar si el día del crimen iba drogado, puesto que "solo con un análisis de sangre se podría determinar si en aquel momento concreto había consumido cocaína". "Nada indica que tenga ningún trastorno psicológico y no constaba ninguna visita en su historial médico por una descomposición mental o ninguna vinculación con sustancias tóxicas", han explicado los peritos.
La defensa sostiene que el acusado se encontraba bajo los efectos del consumo conjunto de cocaína y alcohol el día del crimen y que había cometido el crimen sin saberlo, un extremo que no se ha podido corroborar, y atribuye su estado "calmado" y que no recordara los hechos al posterior consumo de diazepam.
Por su parte, el personal del Sistema de Emergencias Médicas (SEM) que atendió al acusado después del asesinato ha descrito que se encontraba "normal", pese a tener un ritmo de pulsaciones de 126 y mostrarse sudoroso, lo que han atribuido al calor de aquel día. Un relato que coincide con el de la mayoría de peritos y también con el de los testigos que hallaron el cadáver de la menor, oculto en una maleta y bajo un colchón en el piso del acusado, el 4 de junio de 2018, tres horas después de su desaparición.
Los tíos de la víctima decidieron entrar en su domicilio tras observar un comportamiento "frío" en el acusado cuando le informaron de que había desaparecido la menor, que habría sido captada mientras bajaba del piso de sus abuelos en el mismo bloque, según la fiscal.
El procesado la introdujo presuntamente en su domicilio, le puso una correa de perro en el cuello y la apuñaló varias veces con un cuchillo de cocina mientras la estranguló hasta que murió de asfixia tras haberla intentado agredir sexualmente